15 mar 2012

Tan lejos, tan cerca.




Tan cerca y tan lejos, así nos encontramos ahora, tan cerca para poder olernos, tan lejos para poder tocarnos. Tan lejos y tan cerca, como La Luna y La Tierra, y es que así eres, como La Luna, que me guía en las noches, que me regocija en tu ausencia, porque incluso sabiéndote ajeno, sé que una parte tuya siempre estará conmigo. Me consuelan tus ojos de color avellana, sinceros y pulcros ya que de tan lejos con una mirada consigues ponerte muy cerca.

En las mañanas cuando me abrazo al viento intentando sentirte y en las noches en que sé que tu mente y tu amor están con otro, sé que, incluso, aunque no lo sepas de tan lejos que se halla tu mente, tu cuerpo de tan cerca anhela fundirse conmigo.

En las horas muertas que vienen cuando el sol se oculta, cuando el calor devora sin remordimientos mi cuerpo y muero en deseos de que me hagas tuyo, duele el saber que tus besos, tus caricias y tu sexo jamás dibujaran de nuevo mi figura, pero lo mismo me da que me da lo mismo, porque de tan lejos que se haya tu cuerpo, el recuerdo de nuestros momentos a solas hacen que te sienta muy cerca. Al menos eso basta para saciar mis ansias por perderme y desdibujarme en tu anatomía.

Y es que de tan lejos que te hallas, tan cerca te encuentras ya que cuanto a más distancia intentas ponerte de mí más cerca te quedas y contigo tu alma y tu ser y, conmigo, tu esencia. Y te amaré cuanto más lejos te vayas y te amaré aún más si decides quedarte cerca.

11 mar 2012

Reflejos



Alguna vez os habéis preguntado qué tiene la oscuridad que la hace tan atractiva o por qué resulta tan peligroso buscarse a uno mismo en ella, la respuesta a esas preguntas puede ser definida en una única palabra: el miedo. El temor a conectar con nuestro lado más oscuro y ajeno a nosotros mismos, el miedo a descubrir la manera en que nos afectaría el dejarnos absorber por su seductora fragancia y, de la misma manera, no querer volver a ser lo que éramos antes de dejarla entrar en nuestras vidas.

A pesar de eso, la cuestión que realmente importa es: ¿Qué nos puede llegar a motivar para hacer ese viaje de autoexploración? Para poder responder a esta pregunta debemos ahondar en lo más profundo de nuestra conciencia e inconciencia e intentar encontrar allí la respuesta.

Yo, por mi lado, últimamente me paso los días contemplado la posibilidad de realizar ese viaje al otro lado, barajando las posibles consecuencias que podría acarrearme el dejarme llevar, en cierto modo, es casi como un anhelo que hace que muchas veces pueda, incluso, sentir como esa oscuridad acaricia mis dedos como intentando deslizarse a través de ellos y penetrar por cada recoveco de mi piel. Sin embargo, por algún motivo termino por frenarla e impedirle tomar el control.

A veces, resulta realmente complicado ponerle un alto ya que parece tan fácil, como parpadear, el abrirle la puerta y darle paso. Y es ahí donde realmente radica el peligro, en esa ejemplificación de un acto tan simple como dar un parpadeo, puesto que con consentírselo, con la misma velocidad que se tarda en realizar esta acción se adueñaría de mi ser y tomaría el mando absoluto e irrevocable de lo que soy.

Noche tras noche me despierta un ruido apenas perceptible del que desconozco su procedencia. Me castiga con su silencio a pesar de que lo que consigue perturbarme es la suavidad de su sonido. Ciertamente me desconcierta la idea de querer descubrir su origen.

No obstante, esta noche ha sido distinta a las otras. Hoy parece que por primera vez he sido capaz de ponerle sílabas a su eco, de haberlo entendido. Y lejos de ser una coincidencia, creo que esta ligado al hecho de que la oscuridad ha llegado más hondo en mi ser de lo que lo había hecho nunca.

Sin darme cuenta he salido de la cama y ahora me hallo frente al espejo, enfrentándome a mi mismo, convirtiéndome en el propio juez de mis actos, y no puedo evitar sentir que mi reflejo es más verdadero que mi figura material, pues su existencia es más sincera y pura de lo que jamás será la mía.

He escuchado mi nombre, eso es lo que decía la voz de ese ruido, he podido ver como sus labios, y digo “sus” porque aunque se trate de mi propio reflejo lo encuentro un sujeto desconocido, pronunciaban mi nombre intentando captar mi atención.

Contemplo como su boca dibuja palabras y, simultáneamente, siento como con cada una me adentro más y más en la calidez que desprende la tenebrosidad que la caracteriza y, por primera vez en mucho tiempo, siento paz y encuentro reconfortante el hecho de dejarme arrastrar por su imponente figura.

Cierro los ojos y sigo cayendo, palpo el espejo como buscando fundirme con mi propia naturaleza, esa que se haya tras el cristal, y es que ahora sé que esa es mi verdadera esencia.

Siento la suavidad y el calor que desprende el frio cuerpo del espejo al besarme a mi mismo. Lo más extraño es que nunca había experimentado tantos sentimientos en una acción tan simple y pura como esa, ni siquiera cuando tenía a mi lado al ser al que amo. Ahora, ese ser que esta de pie al otro lado del espejo ya no es desconocido, soy yo mismo.

Ya no hay ruidos, ni miedos, ni juicios. Hay quien teme enfrentar la oscuridad por el temor a que su conciencia se convierta en su juez más implacable. Yo ya no.

Jearci Brown

Jearci Brown
Hoy han de llover estrellas porque no he de llorar por penas, hoy te haré el amor? yo, el enamorado poeta con letras de mil poemas mientras el sol paga su condena.

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