FRAN
Cuántos pasos en falso he podido dar durante estos 25 años, desde que mi existencia se hizo material, desde que dejé de ser tan sólo un sueño para mis padres para convertirme en su realidad, en el epicentro a partir del cual construirían el resto de su vida. Fui feliz, pero, como todas las cosas, mi felicidad tuvo un final y creo que nunca llegué a saber a ciencia cierta la manera en que terminé del modo en que lo hice.
Me llamo Fran y fui un chico realmente dicharachero. Tuve todo cuanto quise y más aún, mas nunca me fue suficiente. Terminé el instituto y decidí licenciarme en Bellas Artes. Mi madre siempre me dijo que la carrera me venía que ni pintada, ya que siempre había sido un poco raro. Aunque nunca me lo dijo de esa manera, sus palabras eran las mismas cada vez que se mencionaba mi profesión: sensible y exquisito.
Tiene gracia la manera en que las personas le damos vueltas y más vueltas a cosas sencillas. Nos complicamos la vida intentando quedar bien con todo el mundo, tratando de ser amigo de todos y de gustarles a todos. A lo mejor ese fue mi error.
MIGUEL
Me llamo Miguel, aunque mis amigos me llaman Mike. Tengo 23 años y creo que no hay nadie más particular que yo, o quizá sí, pero aún no tengo la dicha de conocerle. Tuve una infancia sencilla en una familia proletaria. No me faltó de nada y de nada puedo quejarme, o quizá sí, pero nunca he tenido el valor de hacerlo. Mis padres no pudieron darme grandes lujos, mas sí mucho amor y seguridad.
Durante mi época en el instituto fui más o menos popular, aunque nunca me llegaron a importar ese tipo de cosas. La popularidad vino a mí por sí sola y yo le di refugio, ¿qué podría haber de malo en eso?
Fui afortunado de no nacer con un rostro y un cuerpo desgraciados. Casanova creo que era la palabra con la que mi padre, orgulloso, me describía. Y así fue, tuve a todas las chicas que cualquier adolescente con las hormonas disparadas puede tener. Como todo en la vida, eso cambió. Terminé por enamorarme de alguien inimaginable.
Un día, durante el mes de febrero, me encontraba caminando por los pasillos de la facultad de Bellas Artes y, en un momento en el que el silencio me arropaba, escuché unos sonidos que se me presentaron como leves susurros en un principio, pero que fueron in crescendo a medida que me aproximaba a su origen.
Al llegar me encontré con un chico de facciones frágiles, elegantes. Se quejaba en voz alta porque no conseguía encontrar la postura perfecta para la imagen de su cuadro. Se daba golpes con levedad en la cabeza utilizando su pincel, se le veía tenso. De repente se percató de mi presencia y sus movimientos violentos cesaron y su rostro se tornó avergonzado y sorprendido. Pasados unos minutos, sonrió y continuó como si allí no hubiera habido nadie. Yo seguí mi camino.
Pasados unos días, lo encontré otra vez en el mismo pasillo, mas ya no estaba tenso. Parecía apacible. Me saludó con un movimiento de cabeza a la par que se acercaba a donde estaba yo y se disculpó por su comportamiento del otro día, aunque yo le dije que seguramente yo habría hecho lo mismo si me hubieran interrumpido en un momento creativo. Me olvidé de mencionar que soy escultor. Empezamos a quedar y a compartir lo que hacíamos y, sin darme cuenta, me aferré a él de una manera especial. En principio pensé que era un “BROMANCE” pero, pasado algún tiempo, me di cuenta de que me había enamorado. Las cosas que pasaron posteriormente fueron inesperadas: empezamos a salir, nuestros familiares estaban encantados y realmente no sé qué pudo ir mal.
Fran siempre fue un poco oscuro y en un momento de debilidad y confesión me contó que le excitaba la idea del suicidio y que una vez quiso intentarlo, mas no tuvo el valor para llevarlo a cabo. Me sorprendió, no puedo negarlo. No le di más importancia, al fin y al cabo era un hecho pasado. Era peculiar y eso me encantaba.
FRAN
Debe de ser casi la hora, Miguel no debe de tardar mucho más en llegar. Hoy le voy a regalar un cuadro que terminé de pintar la tarde que le vi por primera vez. Todo ha sido felicidad desde que le conocí. Me ha hecho muy feliz y quiero que lo sepa, que no lo olvide, de esa manera no se culpará nunca por nada y en los momentos oscuros siempre tendrá un destello al que aferrarse. Todo está preparado. Es la hora del baño.
MIGUEL
¡Qué ansioso estoy, por favor! ¿Qué sorpresa me tendrá preparada Fran? Con él nunca se sabe. Su mayor virtud no es precisamente que sea un chico detallista. Por fin he llegado a su casa, sus padres no están. Uso la llave que me dio por nuestro primer aniversario. He de decir que no es detallista pero, cuando lo es, siempre me deja estupefacto. Entro y le llamo mientras camino por el pasillo con destino a su habitación. Me adentro en su mundo y, al no verle, me dirijo al baño. Empezar con una ducha desnudos promete una gran velada. Sexo y sorpresa. Perfecto.
Entro en el cuarto de baño. No puedo evitar llorar. Todo está iluminado con velas, en el suelo que bordea la bañera hay pétalos de rosas rojas y blancas. De fondo suena “ain’t no way” de Aretha Franklin. Y, en el centro de todo aquello, está él, sumergido en la bañera, y un cuadro yace a su lado. Me acerco a donde se encuentra, pleno de alegría, y le llamo. No obtengo respuesta….
No sé cuánto tiempo llevo sentado a su lado. Al verle inmóvil en la bañera le tomé la mano y me puse a su vera. Durante largo rato sentí cómo su cuerpo se enfriaba poco a poco, al mismo tiempo que mi corazón daba sus últimos alientos.
Cuando tuve las fuerzas para levantarme, cogí el cuadro y lo abracé con todas mis fuerzas. En una de las esquinas había una dedicatoria: “tú eras la imagen que tanto me costó pintar el día que nos conocimos. Eres mi mayor obra de arte. Gracias por hacerme feliz. Te amo”.
En ese momento mis ojos se secaron para siempre. Desde entonces no he vuelto a llorar. El dolor de su pérdida se bebió todas las lágrimas que tenía guardadas para toda una vida. Incluso ahora, después de tanto tiempo, su muerte sigue doliéndome. Creo que lo hizo todo a posta para que no lo olvidara nunca. Es que cuando Fran decidía sorprenderme, siempre me dejaba estupefacto.