12 may 2013

Cuando la lluvia cese.



Dentro de casa todo está en silencio, es como si cualquier rastro de vida se hubiese esfumado al igual que una brisa que llega, te atraviesa de pies a cabeza y, luego, huye veloz, sin darte tiempo si quiera a rozarla con la punta de los dedos.

El ambiente se torna de una gran letanía, de una pausa tan intensa que casi parece que el tiempo no avanzara. Nosotros estamos en medio, dispuestos al lado de la ventana, uno frente al otro. Yo con su camiseta puesta, oliendo el rastro de su perfume, degustando con mi piel los restos de su esencia en la ropa, el pelo enmarañado, con mi cuerpo tibio y húmedo. Le miro.

Él está al otro lado, en calzoncillos,  anhelándome con cada uno de sus gestos, con  una fina capa de sudor sobre sí, inmóvil, pensándome, indagándome. Queriéndome.

Solo nos miramos el uno al otro, sin mediar palabras, sin movimiento alguno y, sin embargo, nos decimos todo. Con cada parpadeo es como si nos entregáramos a amarnos apasionadamente, regalándonos cada milímetro de nuestro ser.

Fuera se escucha la lluvia típica de los  días de calores abrumadores. En el interior parece que esperamos a que cese, a que las nubes se dispersen. Mientras tanto recuperamos fuerzas, tomamos aliento, aguardamos con impaciencia y cuando el color gris se disipe volveremos a ser uno. 

Jearci Brown

Jearci Brown
Hoy han de llover estrellas porque no he de llorar por penas, hoy te haré el amor? yo, el enamorado poeta con letras de mil poemas mientras el sol paga su condena.

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