Llevo tantos años sobre este mismo suelo, sin moverme un
ápice, extendiendo mis ojos más allá de las montañas, del horizonte sobre el
mar; con el sol calentándome la vida, con las nubes que cada mañana, y lo mismo
por la noche, bajan a lavar mi cuerpo, a humedecerlo, calándome el frío hasta
las raíces, recordándome que, aunque inerte soy y sigo siendo un ser vivo.
Lo más gratificante de mi larga existencia, tan larga que ni
siquiera recuerdo cuánto tiempo hace que aparecí, es la cantidad de historias de las que he
podido disfrutar y vivir en primera fila. No se vayan a pensar que todas son
interesantes porque algunas son tan penosas que los alisios que constantemente
me zarandean de un lado para otro las arrastran con ellos. Pero hay otras…
¡esas sí que son para recordar! Primero que nada y antes de ponerles al tanto
de unas pocas, que vaya por delante que no soy una entrometida-metomentodo-hocicuda-chismosa.
No. No señor, que una no tiene la culpa de que los demás vengan a casa ajena a
lavar sus penas. Y dicho esto, creo que puedo empezar a trasmitírselas, eso si
están dispuestos a dedicarme un poquito de tiempo. Si es así, mejor que se
pongan cómodos.
La más memorable es sin duda la de mis dos ancianos y
entrañables visitantes; cada día, a lo largo de 40 años, venían por mis tierras
a correr, eso al principio del todo, y con el paso de los años, a caminar, unas
veces juntos y en silencio y, otras tantas, uno delante y la otra detrás. Les escuché hablar de sus problemas una
infinidad de veces: de la enfermedad de su hija pequeña que a punto estuvo de
morir de una neumonía, de la cabra que tuvieron que vender para pagar sus
deudas aunque tuviesen que olvidarse de comer queso y tener leche fresca cada
día, de la pelea monumental que habían tenido porque él apareció una jornada como
otra con olor a mujer de la vida alegre y, poco después, porque ella como
venganza se exhibió con minifalda por la plaza del pueblo en pleno domingo a la
salida de la misa del medio día. Y así podría seguir infinitamente porque
cuatro décadas dan para muchas aventuras y desventuras.
Sin embargo, se querían, bueno más que quererse, se adoraban
¡vaya que sí!
En algunas ocasiones, venían por aquí solitos, a desahogarse
con el viento, que invitaba a la palabra y luego se la llevaba en un viaje sin
retorno; era entonces cuando se profesaban su amor: “qué sería de mí sin sus cuidados, cómo me vestiría o me acordaría de
subirme la bragueta si no fuera por ella”, “ qué bonita está cuando se recoge
el pelo en ese moño despeinado “, “
qué haré si primero se me va ella, qué haría con la fragancia a almizcle y
margaritas que deja en su lado de la cama”. Decía él inconsciente de mi
presencia.
“ Este viejo cascarrabias cada día está más
chocho, pero que guapo está cuando se pone su camisa azul de rayas blancas” , “
aunque hayan pasado los años, cada vez que me abraza siento que todo mi mundo
está entre sus brazos” , “me preocupa su porvenir si me fuese yo antes que él y
más aún que será de mí si se me va antes él”…
Y así se pasaron su
matrimonio, hasta que un buen día dejó de venir ella y, posteriormente, él, o
fue al revés. Supongo que no habrán podido sin la presencia del otro a su lado,
indiferentemente del orden en el que se hayan marchado.
Otra de la que me acuerdo bien, más que nada porque no hace
mucho que sucedió, es la de dos muchachos que se bajaron de un coche blanco y
se dedicaron a dar vueltas por los alrededores durante largo rato. Primero con
aspecto de estar tratando un asunto arto serio,
luego, escrutándose desordenadamente para, finalmente, venir a posar sus
tafanarios debajo de mi sombra. Entonces sí que pude escucharlo todo: uno le recriminaba al otro su falta de valentía,
le decía que estaba cansado de su tira y afloja, de concederle tiempo para que
se aclarase, que se merecía a alguien que fuese capaz de arriesgarlo todo por
él. Y el otro, bueno si pudiesen haber visto su cara, se podrían escribir miles
de historias con sus expresiones; sus palabras eran menos concisas: “es demasiado difícil”, “no puedo
arriesgarlo todo por algo que no sé si saldrá bien”, “no eres capaz de entender
que esto que nos está pasando no es como cambiar un cojín, es cambiar la
decoración entera” y la más dura, a mi parecer más inmadura, “esto es cuanto puedo ofrecerte”.
Yo no entiendo de amores modernos, que ya soy muy mayor,
pero que poco aguante tiene la juventud de hoy en día; supongo que tener tantas
opciones en su vida no les permite ver las cosas con la simplicidad que llevan
intrínsecas.
El caso es que se marcharon de allí, sin esa relación tan
inusual que parecían no tener, aunque creo que, seguramente, vuelva a verles
merodear por aquí, si eso ocurre espero que sean buenas nuevas, así podré
contárselos la siguiente vez que tenga oportunidad.
No quiero resultar cansina- agobiante-aburrida- chocha- cursi,
así que les contaré rápidamente la vez que más miedo he pasado, mi peor
vivencia, y de paso cambiamos el tono de
este coloquio que bien resulta ya irritante.
Estaba yo tan tranquila, disfrutando de la agradable brisa
de la última hora de sol de un día de verano,
escuchando el silencio, el sonido del mar a lo lejos, animales y bichos
varios correteando montaña abajo, risas
dispersas de algunos vecinos de las casitas colindantes; viviendo lo que se
llama un “día perfecto” cuando de repente, un relente súbito y feroz me golpeó
y zarandeó con todas sus fuerzas, durante horas me tuve que agarrar con mis raíces
al suelo firme, rotar mis hojas en la dirección en la que soplaba para que no
me las arrancara o dañara; ese día creí que me arrancaría y me soltaría por la
ladera y acabaría siendo recogida por un aparatejo de esos modernos que usan
para desplazarse los humanos, después de
que los perros que veía de vez en cuando por allí me dejaran su marca impresa.
Tal es así que desde entonces me he cambado un poquito para que no me vuelva a
pasar lo mismo.
Y ahora si, les invito a que se marchen, que una ya está muy
mayor y tanto esfuerzo me deja agotada. Pero vuelvan, no mañana ni pasado, pero
háganlo, que de aquí no me moveré y seguro que más historias podré referirles.