05 de julio de 2019
Mi querido libro de las confesiones:
Sé que mañana no estaré aquí y que,
finalmente, todo llegará a su fin. En cierto modo, me produce cierto
sosiego. Sin embargo, si lo miro desde otra perspectiva, me
entristece enormemente. A veces he tenido la sensación de que los
días tenían más de veinticuatro horas y que mi tiempo marchaba a
distinto ritmo del de los demás.
Durante mi espera, he tenido la
oportunidad de pensar en muchas de las cosas que he hecho, en las que
me han hecho o de las que, indirectamente, han afectado a terceras
partes que no eran conscientes de lo que estaba ocurriendo. En esas
noches, cuando todo se me caía encima, solía conversar con la
luna, y ella, de alguna manera encontraba la forma de responderme,
cuando no era con una briza que se colaba a través de la ventana, lo
hacía con un rayo de luz que se caía de entre un cielo en
tinieblas para ser recibido como una caricia. Ella es la única que
no me ha juzgado, la que siempre se muestra al final del día, la que
está ahí aunque a veces no pueda verla. Y eso ,en mi caso, supone
un gran alivio. Me hace sentir menos solo.
Creo que es consciente de que,tras esta
noche, nuestras tertulias se darán por concluidas y que ya no tendrá
que mirarme desde arriba porque, casi seguro, acabaremos siendo
vecinas.
Siento mucho tener que despedirme de ti
de esta manera, mi querido amigo, que tanto consuelo y desahogo me
has proporcionado. Solo espero que la persona que te encuentre, lea
mi historia a través tuyo y se de cuenta de que la vida es tan
corta, inesperada e intensa, que no importa cuánto te esfuerces por
controlarla y hacer las cosas correctamente, porque ella es la que
manda y,bajo su puño, solo nos queda acatar, callar y vivir.