15 jun 2012

La certeza de una historia cierta



Cuentan de mí muchas historias, algunas son tan fantasiosas que llegan a rondar el borde de lo absurdo, otras, sin embargo, son tan ciertas y contadas con tanta minuciosidad que parece que fuese yo mismo quien las narrara al mundo, mas nada de nada ha estado más lejos de la realidad.

Desde que nací fui muy diferente al resto: tamaño, ideas, belleza y un sinfín de etcéteras que de enumerarlos sería la lista más larga jamás elaborada.  Todo cuanto puedo decir de mí es que nací una noche de domingo, en un año bisiesto y que cumplo años cada cuatro. Según mis cálculos hoy cumpliría 5 años y es, precisamente, ese el motivo por el que he decidido contar yo mismo mi historia, sin adorno ni floritura alguna, omitiendo onomatopeyas, hipérboles y demás tecnicismos que de nada valdrían.

Se me olvidó decir que mi madre era una duende y mi padre un elfo. Y si, soy un enano con la belleza de un elfo. Aunque este aspecto de mi vida sólo lo conoce mi familia ya que de cara a la sociedad  soy un humano común y corriente.

Como bien dije antes, y para aquellos que no lo hayan entendido, vine al mundo un domingo por la noche, exactamente a las 00:00:00, justo en la hora que deja de ser 28 de febrero para dar paso al 29 de ese mismo mes.  Mi parto no fue doloroso ni el embarazo difícil, de hecho a mi querida madre ni siquiera se le hubiera notado que estaba en estado a no ser porque mis padres tuvieron la genial idea de trasladarse del todo al plano humano y allí, como todos sabrán, la sociedad vive en un continúo circulo de apariencias. Mis padres no iban a ser menos. 

Para los humanos mi madre era  una embarazada común y corriente y, como podrán empezar a suponer,  mi parto fue un espectáculo desde el principio hasta el final: gritos y llantos fingidos, insultos gratuitos y una mujer tan falaz y soez que podría haber corrompido al mismísimo Lucifer.  Mi padre, como no, montó un show menos notorio pero a la altura de un padre que se precie y con embarazo psicológico: nauseas, vómitos, desmayos y cualquier comportamiento que rozara lo histriónico.

Lo único verdadero de mi bienvenida al mundo fueron las lágrimas de gozo porque he decir en su defensa que fui un bebé querido y ansiado.

Como mis progenitores, ante la sociedad yo era un bebé normal, pero ante sus ojos  era algo más enjuto de lo que debería haber sido. Con el paso de los años… y antes de seguir con mi historia he de hacer un pequeño paréntesis  para aclarar algo  (por órdenes y deseos propios, sólo y digo “sólo” refiriéndome a “exclusivamente” , celebro mi cumpleaños los años bisiestos) … con el paso de los años me transforme en un niño perspicaz, locuaz y extremadamente precoz, claro está que, en teoría, tengo cinco años, aunque puestos a ser francos y razonables tengo veinte, eso daría sentido a la información que acabo de proporcionaros.

Debido a mi escaso tamaño tanto el ficticio (el humano) y el real (resultante de madre duende y padre elfo) me costó un poco más encontrar mi sitio en el mundo y es que los niños y las niñas humanas y sobrenaturales podían llegar a ser muy crueles y, como consecuencia, no tenía muchos amigos. Cuando decidí buscarme un trabajo para pagarme mis propios caprichos, porque he decir que soy una persona instruida y sabia a pesar de no ir a la universidad, tuve ciertas dificultades puesto que nadie quería contratar a un adulto con enanismo por muy guapo, inteligente y sabio que pudiese llegar a ser.

Respecto a mi “problema” tengo que decir  que nunca me supuso un contra sino más bien un pro pero supongo que debe ser porque quien nace de cierta manera, en cierto grado, llega aceptarse con cierta resignación y cierto amor propio, y es que de haber sido de otro modo, ciertamente no habría podido vivir con cierta tranquilidad y felicidad. Y hablando de ciertos, es totalmente verdad cuando digo que desprendo mucho amor propio.

Después de tantos circunloquios he de empezar a concretar.

Una tarde, mientras veía un programa de esos tan absurdos con los que los humanos parecen disfrutar como una noche pasional,  escuché como en la calle un coche con  megáfono transmitía la noticia al vecindario de que uno de los circos más grandes del mundo vendría a pasar una larga temporada en la ciudad y, en ese preciso momento, esos en los que tienes la certeza de que el destino te ha metido los dedos en los ojos para ayudarte a ver tu potencial futuro, decidí ponerme en marcha a tan inhóspito lugar.

Heme pues que partí hacia el emplazamiento del circo y no os podéis imaginar lo impresionante que me resultó el ir aproximándome cada vez más. Desde más de un kilometro de distancia se podía avistar un gran techo hecho de globos de helio con las palabras  “Welcome”, “Bienvenido”, “Willkomen”,”Benvenuto”  y así, un gran numero de palabras que venían a ser lo mismo.

Cuando me encontraba a medio kilometro de distancia contemplé como dos grandes torres rojas, de aspecto medieval, se alzaban ante un pórtico que daba paso al interior, acompañadas de una gran muralla azul que rodeaba todo el emplazamiento, desde fuera se percibía en el aire el olor de algodón de azúcar recién hecho, palomitas de colores, manzanas caramelizadas y todos los dulces con los que alguien pueda soñar. Se oía el sonido de trompetas, ruidos de animales, gritos de los domadores, las eufóricas  celebraciones de los espectadores cuando algo increíble debía de tener lugar, en fin, se sentía que el lugar estaba más vivo que una selva en plena noche.

Atravesé la puerta de la entrada, protegida por dos mujeres algo rellenitas, con los mofletes pintados de rosa  y con largos y anchos vestidos rojos que cubrían desde sus hombros hasta el suelo, pegadas con los brazos en cruz a las torres en un intento de camuflarse con el color de éstas, y con los ojos muy abiertos para no perderse ni el detalle más nimio de cuanto se aproximaba a ellas. Mi sorpresa fue cuando en un vehemente movimiento les levanté el vestido para aliviar mi curiosidad, en cuanto al tamaño de estas se refería,  y me topé con unos sancos de tamaño descomunal.

Exaltado me adentré en ese maravilloso mundo con el objetivo de encararme con el dueño para pedirle trabajo. Pregunté en cada puesto de dulces que había, a los animales, porque al ser hijo de un elfo no me supone ninguna dificultad, a un grupo de payasos que muy simpáticamente me dijeron que no sabían donde estaba, a dos domadores que estaban ensayando un nuevo número encima de un elefante pero resultó inútil. Nadie conocía su actual paradero.

Entré en la carpa, ahora vacía puesto que era el periodo de entre shows, mas dentro únicamente había columpios violetas que supuse harían de asientos para el público y que rodeaban un gran escenario redondo suspendido en el aire y sujetado por unas cuerdas de apariencia delicada por cada uno de sus lados, y unas escaleras  en el centro del mismo que se hundían en las profundidades debajo de éste. 

Debido a ese motivo decidí subirme al columpio más próximo a la tarima, balancearme con todas mis fuerzas y saltar en el momento clave. Casi pierdo la vida pero lo conseguí.  Cuando me encontraba más recuperado del shock que me supuso ese salto vertiginoso, de un brinco me puse en píe y  eché a correr al epicentro del circulo, descendí por las escaleras llegando  una habitación donde no había nadie, por haber no había ni luz.  Resignado y deprimido me dispuse a subir de nuevo y a marcharme a casa dejando atrás la certeza que con la que salí de ella, cuando sentí que no estaba sólo, que allí, en uno de los extremos, oculto en la oscuridad había alguien observándome. Decidí esperar.

No sé cuánto tiempo pase al lado de la escalera hasta que lo que sea que hubiese allí haciéndome compañía decidiera dar la cara y presentarse como es debido.  Y como no, finalmente, el ser, más diminuto que un diminuto, sonrió y se dejó ver.

Tras una calurosa y rara presentación, y lejos de dar más vueltas al tema con adornos literarios,  el hombre,  que resultó ser el dueño del lugar, decidió contratarme porque decía que tenía algo especial que no todo el mundo era capaz de ver. Yo, en mis adentros, pensé que era el hijo un enano con enanismo y que podía verme tal y cual era en realidad.

Encontré mi sitio y aprovechándome de la deidad que da ser un ser sobrenatural,  y digo deidad no porque sea un dios sino por la gracia que da la dinastía, me convertí en todo cuanto había soñado sin saber que lo soñaba: mago, malabarista, trovador, payaso, etcétera, etcétera, di paso a un sinfín de historias de personas que venían al circo y se convertían en testigos de mis hazañas.

Así que ya veis, ésta es mi verdadera historia, con algún que otro adorno, porque no creo que os hayáis tragado eso de que no iba a emplear ninguno,  una cualquiera, eso si sois capaces de obviar que no soy un ser común, así os pido el favor de que si algún día, en algún lugar, escucháis mi historia, no la verdadera sino una con florituras,  contéis la que yo os he legado porque sabéis que cuando se es conocedor de la verdad siempre hay que decirla o eso decía mi abuela la elfo en uno de sus ataques de sabiduría.

Fin.




Jearci Brown

Jearci Brown
Hoy han de llover estrellas porque no he de llorar por penas, hoy te haré el amor? yo, el enamorado poeta con letras de mil poemas mientras el sol paga su condena.

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