Foto por: Jonathan Rincón |
Sobreviví,
A tu ausencia y al vacío,
A la falta de palabras,
A los circunloquios infinitos,
A las noches opresoras,
A la angustia vengativa,
A la sensación de duelo,
Al ataúd sin cuerpo,
Ni tumba a la que visitar.
Sané,
Viejas heridas,
Desgarros en el alma,
El corazón agonizante,
Mi tiempo adolorido,
Mi mente obsoleta.
Reconstruí,
Las paredes alrededor del pecho,
Mis cimientos tras la batalla,
Mi pensamientos en ruinas,
Mi percepción de la realidad.
Recordé,
Lecciones olvidadas,
Emociones archivadas,
Experiencias ya vividas,
Caminos de ida y regreso.
Encontré,
El cofre y el tesoro,
EL lugar donde escondía el llavero,
Su localización exacta,
Al que descifró las coordenadas.
Entendí
Que habría vida después
De la misma manera en que hubo antes,
El significado de resiliencia,
Que elegir vivir a veces duele,
Que el dolor se apacigua con el tiempo,
Como las tormentas más destructivas,
Que amar trae alegría,
Y que esta, a su vez, es a veces pasajera,
Que sobrevivir, sanar, reconstruir, recordar y encontrar,
Son verbos en continúo movimiento,
Que no tienen tiempo,
Sin pasado, presente o futuro,
Como cada minuto vivido,
Es pasado, presente y futuro.
Todo en continúo movimiento,
Efímero y eterno.
Como el Tiempo, fugaz.