22 oct 2017

Un hotel a las afueras.



Se sentó solo en una esquina, con una copa de helado de tamaño descomunal en frente. Cogió la cuchara y saboreó una primera pequeña porción que se metió en la boca. No muy grande, mas sí lo suficientemente fría para que lo notara en la cabeza. Le encantaba esa sensación. Mientras la segunda cucharada se abría paso a través de su esófago, pensó en Luis, en sus brazos fuertes, en sus manos grandes y suaves, en el tono pálido de su cara y, por un instante, sonrió.

Se había prometido a sí mismo no volver a hacerlo, sacarlo de su mente y de su corazón, bien sabía Dios, o cualquier divinidad que pueda venir al pensamiento, que lo estaba intentando. No era fácil.

Un mes había pasado desde la ruptura: “ se acabó, no es que no te quiera más pero algo ha muerto entre nosotros, como cuando tienes un ramo de rosas de un blanco inmaculado y, sin embargo, si miras detalladamente, hay una marchita en medio, arruinando la sensación de armonía con el mundo. Y tú, con tus defectos y debilidades, te sientes decepcionado porque creías firmemente en que eran inmarcesibles”. -Eso fue lo que le dijo prácticamente del tirón-. Unos minutos después le devolvía las llaves de su casa y se marchaba.

Ahora,en ese preciso momento, rodeado por desconocidos en medio de la nada, le parecía gracioso pero, ¡cómo había llorado durante los días posteriores! Sin embargo, ahora lo entendía.

Había pasado muchos años buscando una relación estable, no un polvo de una noche ni unos besos en el cine o unas pajas en el coche antes de bajarse y decirse adiós de forma definitiva. No, él ya no quería lo mismo. Estaba agotado de estar solo y de pretender ser feliz consigo mismo, cuando lo único que venía deseando durante los últimos meses era abrazarse a alguien por las noches y despertarse con un beso por las mañanas.

Y entonces llegó Luis, súbitamente, en una serie de sucesos inesperados, como un chaparrón que cae en un día soleado. Lo cambió todo en tan solo unas semanas y, durante el tiempo que duró el idilio, cada instante fue perfecto. Y así mismo, repentinamente, se fue, como un manto de hojas secas que son arrastradas por el viento en otoño.

Así que ahí estaba él, a punto de terminarse su copa de helado, en un hotel a las afueras, repasando una lección que había aprendido hace muchos años. Estar solo no es malo incluso si es para siempre, la soledad puede inspirar grandes cosas y brinda tiempo para buscarnos a nosotros mismos, para experimentar la vida y entregar tu corazón no solo a una persona mas a todos aquellos que quieran aceptarlo.

La copa de helado está completamente vacía y, mientras se dirige de nuevo a su habitación, se da cuenta de que no importa lo solo que se sienta porque en ese sentimiento son muchos los que están juntos y eso, de vez en cuando, ayuda.

16 oct 2017

Otoño



El viento sopla fresco de nuevo
Los árboles se tornan ocres, naranjas,
Verdes y, tambien, amarillos.
Las laderas se mueven suavamente,
Danzando inmaculadamente con el viento.
Por encima del ruido y de la gente
El cielo es gris y azul
y como una llama que tintinea insegura
Tenues despuntadas de luz se asoman de tanto en tanto.
Si miras a la gente, algunas cierran los ojos,
Como yo, y respiran profundo,
Dejando al aire puro limpiar todo por dentro,
Y cuando los abres de nuevo,
Tienes la sensación de que todo es perfecto.
Todo el mundo parece contento.
Se escuchan risas de juegos,
Conversaciones animadas entre amigos,
Padres y madres cogiendo de la mano a sus hijos.
En días como estos
Donde el sol calienta lo justo
Y alrededor todo es alegría y color
Al igual que este día de otoño,
Mi tiempo es perfecto. 


12 ago 2017

Capítulo II: El Primer Beso

La primera vez que besé a un chico fue cuando tenia 8 años. Recuerdo que por circunstancias ajenas a cualquier niño o niña de mi edad acogimos en casa a unos primos lejanos. Eran tres, con uno tenía cierta relación porque habíamos coincidido en otras ocasiones más no conocía a los demás. El primer día mi abuela preparó una cena sencilla, creo que fue arroz a la cubana. Cualquier niño adora comer huevos, plátanos y salchichas fritas. Supongo que eso habrá pensado ella para abrirles el apetito.

Luego de cenar nos marchamos a jugar, eran más o menos las siete de la tarde y la noche empezaba abrazar la ciudad. Si mal no recuerdo, creo que fui el primero en contar mientras el resto se escondía. Al terminar, empecé mi búsqueda, me llevó bastante tiempo dar con el primero puesto que la casa de mis abuelos era inmensa. La primera persona a la que encontré fue a mi prima. Estaba metida debajo del lavadero de piedra que había en uno de los patios, detrás de un balde enorme de color azul oscuro en desuso. Sinceramente, fue pura casualidad o, más bien, diría suerte que diera con ella.

Yo estaba cruzando el patio por enésima vez cuando oí una leve risilla cerca del lavadero. Seguí caminando y cuando supe que estaba fuera de su rango de visión, me subí a un banco de madera que había justo al lado y me encaramé en la parte de arriba. Entonces asomé la cabeza y la vi detrás intentando taparse la boca con la mano izquierda. Ella me vio también, soltó un gritito, saltó hacia atrás y se dio en la cabeza. Entonces los dos empezamos a reírnos a carcajada limpia. Cuando nos calmamos ella se fue al jardín que era donde yo había contando y, en lo concerniente a mí, proseguí con la búsqueda.

Al siguiente que encontré fue a Francisco, con el que tenía cierta relación. Se había metido en mi habitación, en el ropero, donde tenía una cesta para las mudas sucias de casi medio metro de alto. En la parte derecha, había un pequeño recoveco donde cabía alguien de su tamaño y, la verdad, que era un buen escondite ya que la ropa que estaba colgada daba muy poca visibilidad al resto del espacio.

Una vez descubierto, tal y como lo habíamos hablado, se fue al jardín a reunirse con Judith, mi prima.

Solo quedaba uno, yo estaba contentísimo porque siempre acababa cansado de buscar y casi nunca lograba encontrar a todos. Ya prácticamente había recorrido todas las habitaciones y rincones de la casa, solo me faltaba la de mis abuelos. Honestamente, me parecía una osadía que hubiese escogido, precisamente, ese dormitorio como escondrijo pero resultó que sí, que así había sido.

El cuarto de mis abuelos tenía una cama de dos por dos metros justo en la mitad, a los lados descansaba, en la parte izquierda, una mesita de noche con una biblia, un libro de poesía, una lampará de color marfil y una foto de uno de viajes a Francia. En la derecha, había una radio, una lámpara del mismo color y un libro de la biografía de un jugador de fútbol del que mi abuelo era fan. En la pared del enfrente, justo al lado contrario de donde la puerta quedaba abierta, había una mesa con una televisión pequeña, un par de porta retratos, una colección enciclopédica por tomos y un reloj con forma de búho que a mí desde que era más pequeño me daba pavor. El armario estaba empotrado y justo en frente había una ventana que daba a la calle. Un sillón de color marrón oscuro estaba ubicado en la misma pared, en la esquina, y él estaba detrás hecho un ovillo.

Yo me subí al sofá y le jalé del pelo. Él levantó súbitamente la cabeza por la impresión y me cogió la mano haciendo el amague de mordérmela. Yo tiré en la dirección contraría, él la dejó ir y yo me fui de espaldas contra el suelo. El salió asustado pensando que me había hecho daño. Me ayudó a levantarme y se disculpó diez mil veces. Luego, después de decirle que no se preocupara, fuimos al jardín para reunirnos con los demás.

Mi abuela nos mandó a la ducha antes de cenar, interrumpiendo una conversación acerca de los fantasmas que, supuestamente, habíamos visto y enfrentado en nuestras cortas vidas. Una vez aseados nos sentamos a la mesa, tomamos nuestra cena, nos lavamos los dientes y nos fuimos a la cama. Mi abuela nos dejó decidir como queríamos dormir esa noche y él decidió quedarse en mi habitación. Nos metimos en la cama, encendí mi lámpara y me dispuse a leer Oliver Twist en voz alta para los dos. Un ratito más tarde, apagué la luz a petición suya y nos pusimos a hablar de su madre, de cómo había muerto,razón por la que se estaban quedando con nosotros, y cuando comenzó a llorar, yo le abrasé y, después de bastante tiempo dejándolo desahogarse mientras yo le contaba lo que haríamos al día siguiente, nos dimos un beso, sin más, inocente, como quien da la mano en señal de saludo o de despedida.


Pasamos el resto de los días que permanecieron con nosotros juntos aunque nunca más volvió a pasar lo de esa noche.

29 jul 2017

Capítulo I. Diferente.

Sé que soy diferente, creo que siempre lo he sido. A veces, cuando veo a los niños y a las niñas jugando juntos, no sé por qué motivo, mis ojos siguen el movimiento de los otros chicos. Me gusta jugar con ellos, a veces me gusta incluso cuando tomamos siestas después de comer. En especial me gusta dormir al lado de la colchoneta de Jesús. Es el niño mejor parecido de todo el colegio.

A veces, también, otros niños me llaman cosas malas, cosas que ellos mismos no saben qué significan. Yo prefiero olvidarme y hacer caso omiso. Sin embargo, en unas contadas ocasiones me han hecho sentir mal y eso me pone triste.

Con frecuencia en mi cole las niñas hablan de que ahora son novias de uno de los niños, que se mandan notitas diciéndose que van a estar juntos para siempre, que ellas se sienten como princesas y que ellos son sus príncipes azules. Por otro lado, cuando ellos hablan dicen que tienen varias novias pero que una en concreto es la más guapa, incluso que alguna les ha besado en los labios. Me resulta gracioso imaginarme la situación porque dos personas besándose en la boca como los adultos me parece repugnante. ¡Si es que muchos se manchan toda la boca cuando están comiendo! Eso cuando no se están comiendo los mocos.


Yo no pienso en ese tipo de situaciones. No, yo no. Yo no sé a quién debería mandarle cartas o a quién debería besar a escondidas en el recreo. A mí solo me gusta tomar siestas, escuchar a mis compañeros hablar de sus cosas y jugar con ellos cuando se presenta la oportunidad. Sin embargo, sé que de cierta manera soy diferente.

16 jul 2017

Hielo.



La vida avanza y nos atraviesa
Delicada y sutilmente
Como una suave caricia
O el como el viento que nos revuelve el cabello a su paso.
Siempre indecoroso.
Siempre inoportuno.

Cuando un bello prado está verde
Y primero llega la lluvia y lo humedece
Y tras ella la nieve, y lo destruye.
Así me siento, así padezco.
Así me hielo.

Dicen que luego llega el alivio,
En el momento en el que el sol brilla magestuoso
Pero yo soy espejo y bajo el reflejo, solo hay frío.

Vea a donde vea, lejos o cerca.
Cerca o, incluso, más lejos,
Docenas de cuervos se amontonan en las ramas, se asientan en el suelo.
Quizás sea una señal, una advertencia,
Mi vida está de duelo.

Cierro los ojos y me siento diminuto
Ante la inmensidad del mundo
Y me siento sobrepasado por el tiempo.
Por este vacío eterno.

Cierro los ojos de nuevo, y respiro.
El aire fresco limpia mis pulmones.
Entonces, entre las nubes un tenue rayo de luz se cae,
Una leve sonrisa aflora,
La inmensidad se hace más pequeña.

La vida invita a la vida,
La vida expulsa a la nada,
Alzo la vista y el sol  resplandese pleno
Mi cuerpo se torna tibio.
Vivo de nuevo. 

24 jun 2017

Lanzarote



Desde el cielo un sol ambar me daba la bienvenida
Todas sus montañas ocres, las ahulagas,
Las pulcras playas de arena amarilla o de rofe azabache,
Se mecían delicadamente al paso de los alisios, como danzando alegres a mi llegada.

El olor a mar ahondándose en mis entrañas,
El acento cantarín y alegre de mis gentes,
Las calles y casitas blancas
Que desde lo alto parecen espuma marina,
Han traído de vuelta la inspiración perdida
Han devuelto la candidez a este alma.

Estos días encuentro una luz especial
Brillando más allá de las nubes,
Que desciende omnipresente tras el inmenso cielo despejado.
Uno que busco día a día en otros paisajes.
Uno que solo puede exitir en esta tierra de majestuosos volcanes.

Sé que esta magía desaparecerá cuando emprenda el vuelo
Cuando mis raices quedan expuestas de nuevo.
Aunque se también que volverá a mí cada vez
Al primer contacto de la marea bajo mis pies.

11 mar 2017

VIII

Por un segudo desearía que se detuviera
Como si la muerte lo hubiese atravesado.
Así no sentiría
No añoraría.
No echaría de más ni tampoco de menos.
Así no dolería.
Sí, desearía que estuviese muerto. 

Por un segundo, desearía arrancarlo de raíz.
Lanzarlo lejos, lo más lejos posible
Que nos separara un universo.
Como si nunca hubiese habitado ahí.
Así no habría rastros.
Ni tampoco restos.
Así no habrían sentimientos ni los recuerdos que vienen con ellos..

De ese  modo estoy seguro que no dolería.
Sí, creo que deseo que estuviese muerto.

3 ene 2017

Jueves



Es jueves de niebla
Incluso allá donde la vista no alcanza,
Como si el cielo se hubiera caído a pedazos
Y el mundo hubiera perdido la alegría,
La misma que se ha ido contigo.

Es un jueves húmedo y frío
Incluso allá donde el tacto no siente,
Como si el viento hubiese muerto
Y el mundo entero llorará su pérdida,
La misma a la que guardo luto.

Es un jueves de tormentas
Incluso allá donde el sol llega,
Como si las nubes se hubiesen roto
Y el mundo entero batallara su última guerra,
La misma contienda que libro contigo.

Es un jueves de alivio
Incluso allá donde mi corazón no siente,
Como si la sangre fluyera de nuevo
Y el mundo entero me mostrara la salida,
La misma que cruzo por mí mismo.

Jearci Brown

Jearci Brown
Hoy han de llover estrellas porque no he de llorar por penas, hoy te haré el amor? yo, el enamorado poeta con letras de mil poemas mientras el sol paga su condena.

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