27 jul 2013

Cuestiones.



Era uno de esos días, en los que la vida se le antojaba una carga de mil camiones empaquetados y listos para arrastrar. Muy a su pesar ya lo sabía, era consciente de la retahíla de falacias que había escuchado salir de su boca, de esas miradas compasivas que le lanzaba al cruzarse en el pasillo, de una actuación que se iniciaba al alba y terminaba con último rayo de sol.

ELLOS

Cruzó el paso de peatones que unían las aceras de la calle León y Castillo y el paseo del Castillo de San Gabriel, con el pensamiento enfocado en soluciones al presente, analizando los por qués y las circunstancias que le habían llevado a enfrentarse a esos hechos, cuando se encontró con un grupo de mujeres entre las que se hallaba una vieja amiga, más bien conocida, así que se paró a saludar.
Como hacía siempre en días de debacles internos, su sonrisa intentaba disimularlos para trasmitir bienestar a los que lo rodeaban, tanto para los que le querían bien y deseaban verle feliz como para los que querían lo contrario, se acercó, les dio dos besos y mantuvo una escueta charla cortés con la intensión de seguir su camino lo antes posible. Sin embargo, sus expectativas se vieron frustradas puesto que acabaron por sentarse a tomar un café en una terraza de la calle principal.

Con su conocida se puso al día, por encima, de todo lo acontecido desde su postrero encuentro, a las demás las tuvo como espectadoras durante la casi media hora que duró su historia.

-Ya ves, después de todo y de mis deseos de no volver a verme solo aquí estoy, otra vez soltero- dijo él con un deje en su voz-. Y ustedes ¿ salen con alguien?

Todas se rieron y asintieron.

A lo largo de la inesperada reunión, una de las chicas con las que entabló conversación le dijo que ella vivía con su pareja desde hacía cinco años y tenían un niño de cuatro años. Ante esto, él le pidió que le mostrara una foto de su hijo ya que sentía una gran predilección por los niños. Era pedagogo.

Ella respondió encantada por su interés y sin vacilar, sacó la fotografía y se la puso en las manos. Él se quedó en silencio, pálido; su rostro estaba tan desencajado que su reacción la tomó por sorpresa. Asustada le apremió a que le dijera si se encontraba bien, si había algo malo en la imagen. Las otras mujeres dejaron su conversación y se volvieron hacia ellos, alarmadas ahora, también, por lo que estaba sucediendo. Para cuando él fue capaz de reproducir palabra, todas las personas del local estaban concentradas en el lugar donde estaban sentados.

-Sí, estoy bien, ¿podríamos.... hablar un segundo, por favor?- Le espetó a la dueña de la foto-.

-Por supuesto, después de tu reacción creo que debes explicarme a qué ha venido eso.

Se lo explicó todo. En la fotografía salía su novio, de casi tres años. Él no podía mirarla a los ojos, sentía una gran vergüenza ante lo ocurrido, por tener que ser quien la enterara de los hechos. Fue ella entonces la que se quedó sin habla.


ÉL

Iba de camino a casa cuando recibió un whatsapp. Era su novio. Pensó que sería un mensaje sin importancia, a esas horas siempre solía mandarle uno para ver cómo había ido su día, era la costumbre cuando no se veían. Lo abrió pero lo que vio no fue lo que imaginaba ni esperaba.

Era una instantánea, en ella salía con su hijo pero ¿cómo era posible? ¿Cuándo se enteró?Mil preguntas sin respuesta le vinieron a su aturdida cabeza. Seguido de la foto venía otro mensaje que decía que lo sabía todo, que tenía a su hijo y que si avisaba a la policía no volvería a verlo. Además, le daba indicaciones de lo que tenía que hacer a partir de ese momento. Si conseguía dar con ellos le devolvería a su retoño sano y salvo.

Le mandó otra fotografía antes de que pudiera responderle, esta vez era del puente del pueblo marinero de Arrieta, de la pequeña plataforma que se hallaba sobre el muelle, justo debajo, encontraría el lugar donde estarían los próximos 30 minutos.

Debía darse prisa, era todo cuanto podía pensar. No podía avisar a su mujer, cómo iba a explicarle lo que estaba pasando, no podía destruirla con su infidelidad y rematarla con el secuestro de su hijo. Lo mejor era que lo buscara por su propia cuenta.

Se dirigió a su coche, estaba en el parking del Gran Hotel Arrecife, se subió y condujo lo más rápido que pudo.Sin embargo, pese a sus esfuerzos, tardó demasiado tiempo en salir de Arrecife, a esas horas siempre habían atascos en las salidas de la ciudad. Una vez hubo cruzado la que iba hacia Arrieta, aceleró y no paró hasta llegar al aparcamiento situado detrás de la playa. Cruzó el puente corriendo, bajó las escaleras que llevaban al muelle, y descendió las que llevaban a la parte posterior de la pequeña plataforma que se elevaba sobre la anterior. Encontró otra foto allí, pegada al muro de piedra. En ella se veía su nueva ubicación, además de un columpio donde estaba su hijo meciéndose. Debía ir al Bosquecillo.

Condujo su coche cuesta arriba, se adentró en el camino de tierra que llevaba hasta su destino y al llegar casi se tiró del vehículo. No había absolutamente nadie. Cuando se disponía a coger el móvil, para llamar a su novio, este le aviso que tenía un nuevo mensaje en su buzón de voz:

Supongo que estarás desesperado; si estás escuchando esto es porque has llegado demasiado tarde. No te rindas, aún estas a tiempo de encontrarnos. Por cierto, te quiero.”

Ahora estoy aquí”- rezaba el siguiente texto-. Posteriormente, una foto del Mcdonald de Matagorda apareció en su pantalla del teléfono.

Debes buscar bien entre los desperdicios del baño”-así terminaba el whatsapp-.

Realizó el trayecto hasta allí, atravesando Teguise, San Bartolomé y Tías. A punto estuvo de salirse de la calzada en una de las curvas de la cuesta que unían los dos últimos municipios. Llegó a Matagorda y apostó su coche en la rambla destinada a los pedidos para llevar. Entró en las dependencias del establecimiento pero no había rastro de su hijo ni su novio.

Entre los desperdicios”, recordó esa última frase y pasó al cuarto de baño. Buscó en las papeleras de los aseos para mujeres y de hombres, sin éxito. Cuando estaba a punto de tirar la toalla, recibió un nuevo whatsapp. Esta vez era de las dependencias del cine.

Vuelves a llegar tarde, no te sientas frustrado por no haber encontrado pista alguna en las papeleras del local, no dejé nada pero el solo hecho de imaginarte hurgando entre porquería hace que me me muera de la risa. Ya hemos cenado, ahora vemos un película. Date prisa, ya casi va a terminar”.

¿Cómo había sido capaz de hacerle eso? ¿Qué clase de persona juega así con un niño inocente? De nuevo las preguntas se amontonaban en su mente.

-Tengo que ponerla al tanto de lo que pasa, la necesito- había tomado una decisión-.

LA LLAMADA.

Fue horrible, la manera en la que ella lloraba, sus palabras de odio, ese silencio posterior que sucede cuando ya no queda nada bueno ni malo por decir. Aún así no vaciló a la hora de ponerse manos a la obra. Quedaron en casa. Ahí la recogería y saldrían a buscar a su hijo.

Llegó a casa, entró dando grandes zancadas, pero no estaba en el salón como debería. Fue a la cocina donde la encontró preparando la comida. Su hijo estaba a la mesa, pintando como solía hacer siempre que su madre cocinaba. Se acercó corriendo a él, lo cogió en brazos y le abrazó. Rompió a llorar. Pasaron unos segundos y cuando por fin sentía que todo había pasado una voz familiar se dirigió a él desde el marco de la puerta:

-Está bien, no te preocupes. No le he hecho nada pero hemos pasado un día muy divertido. Era la voz de su novio.

Palideció.

Se giró lentamente, una vez  hubo dejado a su hijo en la silla  y allí estaba él. Los ojos con que lo observaba derramaban odio, pena, añoranza, compasión y dolor. Fue incapaz de moverse de su sitio mientras su novio se le acercaba; se puso a su lado y entregó la alianza que le había regalado unos meses antes.

-Se acabó- le dijo mirándolo a los ojos-.

Su mujer dejó el cuchillo con el que cortaba la cebolla y, con los ojos colmados de lágrimas, levantó el mantel, sacó una maleta que había debajo, tomó a su hijo de la mano y se fue.

-Se terminó- le dijo ella antes cruzar la puerta.




25 jul 2013

Libre.

Foto por Jonathan Rincon


Déjame escapar
Volar, planear, reír.

Déjame cantar
Gritar, saltar, elegir.

Déjame amar
Disfrutar, soñar, fingir.

Déjame añorar
Ser, parecer, vivir.

Jearci Brown

Jearci Brown
Hoy han de llover estrellas porque no he de llorar por penas, hoy te haré el amor? yo, el enamorado poeta con letras de mil poemas mientras el sol paga su condena.

Archivo del blog

Powered By Blogger