26 dic 2013
Hálito
En tus ojos marrones lo vi.
Te vi.
Frágil, desenvuelto, intacto.
Desee juntarnos entrelazando nuestros labios
Desnudándonos mutuamente
Entregándonos en la oscuridad.
No quise nada más en ese momento
En esas horas de confesiones
En ese rato a solas
Mientras el resto del mundo dormía
No quise nada mas.
Solo a ti.
Supliqué tiempo a las deidades
Perdón por no redimirme
Por despuntar una vida confeccionada
Por desearte tanto, tantísimo.
Saberte puro y bello
Revivió este ánima exangüe
Me hizo desear ser yo el primero.
Tu primero.
Oler tu pelo del color del último rayo de luz
Besar tu piel de arena blanca
Grabar los matices de tu voz en mi memoria
Sentir tu aliento en mi espalda
Entregarte el último hálito de mi lujuria.
Por un momento,por un minuto
No quise nada más
Solo a ti.
25 nov 2013
Vivere memento.
Qué triste y cruel puede ser la vida
Colmándonos
Despojándonos.
Qué funesto y mezquino puede ser el destino
Uniéndonos a otros.
Arrastrándonos luego lejos.
Qué efímera puede ser una mirada
Una primera caricia
La muestra de amor primera.
Qué eterno puede ser el sufrimiento
Un dolor perpetuo
Los restos de la postrera alegría.
Cuál banal puede ser la dicha
Cuál cruel puede ser el destino
Cuál inocente la raza humana.
Maldita.
Casi como morir
En eterna letanía
Como una palabra que se ahoga
Justo antes de ser pronunciada.
Con un reloj de arena clavado en el pecho
Dejando caer los granos paulatinamente
Y el tiempo no avanza
Más bien parece quedarse quieto.
Casi como dejar ir la vida
En una marcha inexorable
Como una ciudad superpoblada
Justo antes de quedarse yerma.
Con la sensación de cansancio incrustada en el alma
Una luz que se apaga
Incluso antes de ser encendida.
La realidad que juega a la ruleta rusa
Con el arma totalmente cargada
Y dispara...
...1
Y dispara...
...2
Sin tregua a la salvaguarda
...3
[...]
Aniquilando.
Con esta maldita alma cansada.
27 jul 2013
Cuestiones.
Era uno de esos días, en los que la
vida se le antojaba una carga de mil camiones empaquetados y listos
para arrastrar. Muy a su pesar ya lo sabía, era consciente de la
retahíla de falacias que había escuchado salir de su boca, de esas
miradas compasivas que le lanzaba al cruzarse en el pasillo, de una
actuación que se iniciaba al alba y terminaba con último rayo de
sol.
ELLOS
Cruzó el paso de peatones que unían
las aceras de la calle León y Castillo y el paseo del Castillo de
San Gabriel, con el pensamiento enfocado en soluciones al presente,
analizando los por qués y las circunstancias que le habían llevado a
enfrentarse a esos hechos, cuando se encontró con un grupo de
mujeres entre las que se hallaba una vieja amiga, más bien conocida,
así que se paró a saludar.
Como hacía siempre en días de
debacles internos, su sonrisa intentaba disimularlos para trasmitir
bienestar a los que lo rodeaban, tanto para los que le querían bien y
deseaban verle feliz como para los que querían lo contrario, se
acercó, les dio dos besos y mantuvo una escueta charla cortés con
la intensión de seguir su camino lo antes posible. Sin embargo, sus
expectativas se vieron frustradas puesto que acabaron por sentarse a
tomar un café en una terraza de la calle principal.
Con su conocida se puso al día, por
encima, de todo lo acontecido desde su postrero encuentro, a las
demás las tuvo como espectadoras durante la casi media hora que duró
su historia.
-Ya ves, después de todo y de mis
deseos de no volver a verme solo aquí estoy, otra vez soltero- dijo él con un deje en su voz-. Y ustedes
¿ salen con alguien?
Todas se rieron y asintieron.
A lo largo de la inesperada reunión,
una de las chicas con las que entabló conversación le dijo que ella
vivía con su pareja desde hacía cinco años y tenían un niño de
cuatro años. Ante esto, él le pidió que le mostrara una foto de su
hijo ya que sentía una gran predilección por los niños. Era pedagogo.
Ella respondió encantada por su
interés y sin vacilar, sacó la fotografía y se la puso en las
manos. Él se quedó en silencio, pálido; su rostro estaba tan
desencajado que su reacción la tomó por sorpresa. Asustada le apremió a que le dijera si se encontraba bien, si había algo malo
en la imagen. Las otras mujeres dejaron su conversación y se
volvieron hacia ellos, alarmadas ahora, también, por lo que estaba
sucediendo. Para cuando él fue capaz de reproducir palabra, todas
las personas del local estaban concentradas en el lugar donde estaban
sentados.
-Sí, estoy bien, ¿podríamos.... hablar un segundo, por favor?- Le espetó a la
dueña de la foto-.
-Por supuesto, después de tu reacción
creo que debes explicarme a qué ha venido eso.
Se lo explicó todo. En la fotografía
salía su novio, de casi tres años. Él no podía mirarla a los ojos, sentía una gran vergüenza
ante lo ocurrido, por tener que ser quien la enterara de los hechos.
Fue ella entonces la que se quedó sin habla.
ÉL
Iba de camino a
casa cuando recibió un whatsapp. Era su novio. Pensó que sería un
mensaje sin importancia, a esas horas siempre solía mandarle uno
para ver cómo había ido su día, era la costumbre cuando no se
veían. Lo abrió pero lo que vio no fue lo que imaginaba ni
esperaba.
Era una
instantánea, en ella salía con su hijo pero ¿cómo era posible?
¿Cuándo se enteró?Mil preguntas sin respuesta le vinieron a su
aturdida cabeza. Seguido de la foto venía otro mensaje que decía
que lo sabía todo, que tenía a su hijo y que si avisaba a la
policía no volvería a verlo. Además, le daba indicaciones de lo que tenía
que hacer a partir de ese momento. Si conseguía dar con ellos le
devolvería a su retoño sano y salvo.
Le mandó otra
fotografía antes de que pudiera responderle, esta vez era del
puente del pueblo marinero de Arrieta, de la pequeña plataforma que
se hallaba sobre el muelle, justo debajo, encontraría el lugar donde
estarían los próximos 30 minutos.
Debía darse
prisa, era todo cuanto podía pensar. No podía avisar a su mujer,
cómo iba a explicarle lo que estaba pasando, no podía destruirla
con su infidelidad y rematarla con el secuestro de su hijo. Lo mejor
era que lo buscara por su propia cuenta.
Se dirigió a su
coche, estaba en el parking del Gran Hotel Arrecife, se subió y
condujo lo más rápido que pudo.Sin embargo, pese a sus esfuerzos,
tardó demasiado tiempo en salir de Arrecife, a esas horas siempre
habían atascos en las salidas de la ciudad. Una vez hubo cruzado la
que iba hacia Arrieta, aceleró y no paró hasta llegar al aparcamiento situado detrás de la playa.
Cruzó el puente corriendo, bajó las escaleras que llevaban al
muelle, y descendió las que llevaban a la parte posterior de la
pequeña plataforma que se elevaba sobre la anterior. Encontró otra
foto allí, pegada al muro de piedra. En ella se veía su nueva ubicación, además de un columpio donde estaba su hijo
meciéndose. Debía ir al Bosquecillo.
Condujo su coche
cuesta arriba, se adentró en el camino de tierra que llevaba hasta
su destino y al llegar casi se tiró del vehículo. No había
absolutamente nadie. Cuando se disponía a coger el móvil, para
llamar a su novio, este le aviso que tenía un nuevo mensaje en su buzón de voz:
“Supongo
que estarás desesperado; si estás escuchando esto es porque has
llegado demasiado tarde. No te rindas, aún estas a tiempo de
encontrarnos. Por cierto, te quiero.”
”Ahora estoy
aquí”- rezaba el siguiente texto-. Posteriormente, una foto del
Mcdonald de Matagorda apareció en su pantalla del teléfono.
“Debes buscar
bien entre los desperdicios del baño”-así terminaba el whatsapp-.
Realizó el
trayecto hasta allí, atravesando Teguise, San Bartolomé y Tías. A
punto estuvo de salirse de la calzada en una de las curvas de la
cuesta que unían los dos últimos municipios. Llegó a Matagorda y
apostó su coche en la rambla destinada a los pedidos para llevar.
Entró en las dependencias del establecimiento pero no había rastro
de su hijo ni su novio.
“Entre
los desperdicios”, recordó
esa última frase y pasó al cuarto de baño. Buscó en las papeleras
de los aseos para mujeres y de hombres, sin éxito. Cuando estaba
a punto de tirar la toalla, recibió un nuevo whatsapp. Esta vez era
de las dependencias del cine.
“Vuelves
a llegar tarde, no te sientas frustrado por no haber encontrado pista alguna en las papeleras del local, no dejé nada pero el solo hecho de
imaginarte hurgando entre porquería hace que me me muera de la risa.
Ya hemos cenado, ahora vemos un película. Date prisa, ya casi va a
terminar”.
¿Cómo había sido capaz de hacerle eso? ¿Qué clase de persona
juega así con un niño inocente? De nuevo las preguntas se
amontonaban en su mente.
-Tengo que ponerla al tanto de lo que pasa, la necesito- había
tomado una decisión-.
LA
LLAMADA.
Fue horrible, la manera en la que ella lloraba, sus palabras de
odio, ese silencio posterior que sucede cuando ya no queda nada bueno
ni malo por decir. Aún así no vaciló a la hora de ponerse manos a
la obra. Quedaron en casa. Ahí la recogería y saldrían a buscar a
su hijo.
Llegó a casa, entró dando grandes zancadas, pero no estaba en el
salón como debería. Fue a la cocina donde la encontró preparando
la comida. Su hijo estaba a la mesa, pintando como solía hacer
siempre que su madre cocinaba. Se acercó corriendo a él, lo cogió
en brazos y le abrazó. Rompió a llorar. Pasaron unos segundos y cuando por fin sentía que todo había pasado una voz familiar se dirigió a él desde el marco de la puerta:
-Está bien, no te preocupes. No le he hecho nada pero hemos pasado
un día muy divertido. Era la voz de su novio.
Palideció.
Se giró lentamente, una vez hubo dejado a su hijo en la silla y allí
estaba él. Los ojos con que lo observaba derramaban odio, pena, añoranza, compasión y dolor. Fue incapaz de moverse de su sitio mientras su novio se le acercaba; se puso a
su lado y entregó la alianza que le había regalado unos meses
antes.
-Se acabó- le dijo mirándolo a los ojos-.
Su mujer dejó el cuchillo con el que cortaba la cebolla y, con los
ojos colmados de lágrimas, levantó el mantel, sacó una maleta que
había debajo, tomó a su hijo de la mano y se fue.
-Se terminó- le dijo ella antes cruzar la puerta.
25 jul 2013
Libre.
19 jul 2013
Con los pies desnudos.
Cuando el azul no es azul
El día ya no es día
Y la noche es una continuación oscura de la vida
La vida, que se torna sinuosa, confusa y abandonada
Alzándose como un óbice a la dicha.
¿Sobreviviré entonces al invierno del mundo?
Me sentaré a esperarte a ti
Extraño aún por llegar
Para que seas crepúsculo y eclipse
Y puede que al final
Jardín olvidado donde no volver a entrar.
Puede que no sepa dotar de rima mis letras
Aunque en pensamiento tarareo su melodía
Puede que no vuelva a mecer mis pies desnudos al viento
Con los ojos colmados, por pena o alegría
Hasta que tú, desconocido
Te pongas a la vera mía.
Entonces volveré a ser
Y cada tono tendrá su tono
Y cada palabra su armonía
Y tú no serás ya desconocida silueta
Sino la otra parte del alma mía.
27 jun 2013
Debería
¿Debo permitirme mentir?
Quizás debería hacerlo
¿Qué más podría hacer?
En días cerúleos
En momentos abyectos
Viviendo en tiempo mendaz.
En este mundo fatuo
¿Debo permitirme sentir?
Quizás debería abrir las puertas
Correr las cortinas
Desencadenar la cancela.
Sí, puede que deba hacerlo.
Podría también transformarme en columbario
Encerrarme dentro.
Sí, quizás debería hacerlo.
15 jun 2013
Desprenderse
Te maté
En el mismo instante que saliste de mi Edén.
Te extinguí
No con los dedos húmedos que apagan la llama
Sino de raíz.
Te corté
Usando tijeras, machetes y cuchillos
Me desprendí de ti.
Te aparté
Como el polvo que barre el cepillo
Te recogí y te tiré.
Te olvidé.
9 jun 2013
De alguna manera se tiene que vivir la vida.
Reencontrarse con el pasado, reconfortarse con el presente, acongojarse ante el futuro. Creo, en resumidas cuentas, que esa es la manera en que yo, Almudena, vivo la vida.
Desde pequeñita siempre tuve la costumbre de guardar algo, lo que fuera, que me recordara ese día vivido para no olvidarlo y, de alguna manera, perpetuarlo. Ya se podrán imaginar la cantidad de cosas que se pueden acumular por simple inocencia.
Una vez, incluso, escuché decir a mi madre, refiriéndose a una servidora: " parece que tiene un vacío existencial y eso que apenas despega la cabeza del suelo"
Si ella supiese la importancia de lo dicho y lo que esas palabras supondrían para mi vida, estoy casi segura, nunca digo "segura" porque desconfío soberanamente de las bondades humanas, de que se arrepentiría sobre la marcha.
Al cumplir los diez años, tiré todo cuanto había acumulado durante los 3287 días de vida anteriores ¿Qué otra cosa habría podido hacer si con todos los objetos que habitaban en mi dormitorio se podrían haber llenado 100 museos de arte contemporáneo? Por aquel entonces no conocía los conceptos de arte ni de contemporáneo.
Con las estancias vacías de existencias tenía suficiente espacio para empezar de nuevo con el mismo proceso.
A los quince años llegaría mi primer amor, Aduén, ¡qué guapo era! Si tienen un prototipo de chico, aplíquenlo a él y se podrán hacer una idea de lo que quiero decir.
Prácticamente no llegué a hablarle, salvo en contadas ocasiones para decirle el "hola" de cortesía. Sin embargo, le escribía y dedicaba canciones de amor que compuse durante una tortuosa etapa de mi adolescencia, para los que tenían que escucharme tocar la guitarra, instrumento de mi predilección, de la que me atraían sus curvas hasta el punto de que una tarde al ver pasar a una chica de mi barrio cuya silueta me cautivo de tal manera que me recordó al objeto de mi atracción, tanto como para hacerme plantear si seria lesbiana. Posteriormente descubriría que no.
El caso es que una noche, al regresar de la biblioteca, entré en mi habitación para encontrarme con madre revolviendo mis cosas y leyendo mis canciones. Si para mí fue una sorpresa para ella fue casi un sincope. A partir de ese momento decidí dejar de vivir en el pasado atándolo al presente a través de recuerdos absurdos, principalmente por el riesgo que conllevaba para mi derecho a la intimidad. Durante el siguiente lustro me dediqué a torturar mentalmente a mi progenitora como castigo a su intromisión en mi privacidad. No recuerdo haber disfrutado tanto algo como con esos años tocando la guitarra.
A los 20 marché de casa para mudarme a una residencia universitaria donde viviría el siguiente quinquenio. He de decir que tardé 24 meses en descubrir la manera de ganarme mi subsistencia. Opté por estudiar psicología.
En mi etapa como estudiante de la universidad aprendí a vivir el presente por lo que dejé de escribir canciones, diarios y reclutar trastos para mi reencuentro posterior con el pasado. Así tal cual.
Para mi desgracia abandoné esa vieja costumbre para vivir temerosa del futuro.
¿Qué será de mí al acabar la universidad?¿Me llegaría a casa algún día?¿Sería un buen hombre y yo estaría a la altura? Y lo más importante ¿Qué apariencia tendría? Para mi propia vergüenza he decir que peco de superficial.
Mañana haré tres décadas de existencia con mis estudios acabados, sin marido y viviendo de nuevo en casa de mis padres, conviviendo con todas las cosas que recolecté como recordatorio.
Por cierto, he vuelto a tocar la guitarra.
28 may 2013
Que te quedes.
Cómo decirte adiós
Cuando lo que quiero es que te quedes
Cómo acostumbrarme a no oírte
A no verte
A no apremiarte a guardar silencio
Cuando es tu voz la que me desespera
Cómo resignarme a perderte
No del todo pero si en parte.
Cómo ignorar que ya no estarás
En esos momentos en que solo deseo tu compañía
Para confiarte mi vida
Y compartir nuestras experiencias.
Cómo negar la evidencia.
Vaciarás parte de mi alma
El día que cruces la puerta
Y te la llevarás contigo
Como una más de tus pertenencias.
Cómo podré despedirme
Aceptar solo escucharte
Saber que no estarás ya cerca.
Cómo decirte que te quiero
Sin que desde mis ojos llueva.
Cómo decirte adiós
Hermana, amiga, mi esencia.
12 may 2013
Cuando la lluvia cese.
Dentro de casa todo está en silencio, es como si cualquier rastro
de vida se hubiese esfumado al igual que una brisa que llega, te atraviesa de
pies a cabeza y, luego, huye veloz, sin darte tiempo si quiera a rozarla con la
punta de los dedos.
El ambiente se torna de una gran letanía, de una pausa tan
intensa que casi parece que el tiempo no avanzara. Nosotros estamos en medio,
dispuestos al lado de la ventana, uno frente al otro. Yo con su camiseta
puesta, oliendo el rastro de su perfume, degustando con mi piel los restos de
su esencia en la ropa, el pelo enmarañado, con mi cuerpo tibio y húmedo. Le
miro.
Él está al otro lado, en calzoncillos, anhelándome con cada uno de sus gestos,
con una fina capa de sudor sobre sí, inmóvil,
pensándome, indagándome. Queriéndome.
Solo nos miramos el uno al otro, sin mediar palabras, sin
movimiento alguno y, sin embargo, nos decimos todo. Con cada parpadeo es como
si nos entregáramos a amarnos apasionadamente, regalándonos cada milímetro de
nuestro ser.
Fuera se escucha la lluvia típica de los días de calores abrumadores. En el interior
parece que esperamos a que cese, a que las nubes se dispersen. Mientras tanto
recuperamos fuerzas, tomamos aliento, aguardamos con impaciencia y cuando el
color gris se disipe volveremos a ser uno.
11 may 2013
Vivirte.
Me gustaría que fijaras tu mirada sobre la mía
Y que la posaras muy adentro
Que te detuvieras en ese lugar donde te guardo
Que late y se desangra.
Me gustaría que lo agarraras
Pero con suavidad, con ternura
Que te dejaras sentir
Que me dejaras sentirte.
No me gustaría que te marcharas
No sin haberme vivido antes
Me gustaría que te quedaras
Pero solo si quieres
Que me dejaras mirarte dentro
Vivirte.
4 may 2013
Galimatías.
¿Quién soy yo?
Esa lejana sombra frágil del pasado
O ese frío cercano bloque de hielo del presente.
¿Quién soy yo?
Sino ese alma destruida por mano ajena
Un refugio para el desasosiego
El más preciado tesoro de tiempos remotos.
¿Quién soy yo?
Sino esa armadura forjada de pena
Un arma de guerra en línea de defensa
El receptáculo que esconde el botín.
¿Quién soy yo?
Pretérito o condicional
Dos en uno o uno en dos
Quizás la suma o la resta de un mismo todo
El resultado de sentimientos encontrados
O el singular y plural de una única oración.
¿Quién soy yo?
A veces creo saberlo al mirarme a los ojos
Y perderlo al bajar la mirada.
Quién fui, quién soy, quién seré
La respuesta de un galimatías
El más profundo misterio de la ciencia
Un secreto incluso para mí.
25 abr 2013
Conocidos extraños
Ahí estaba
él tras cinco largos años de ausencia, el mismo corte de pelo, esos inmensos
ojos claros, la máscara de hombre duro,
la belleza de antaño impoluta pero ya no era, había cambiado.
Durante
mucho tiempo me pregunté cómo sería el reencuentro, de haberlo claro está,
pensé una infinidad de veces en la reacción al cruce de miradas, esas
familiares y, simultáneamente, ajenas miradas, en el modo en que se comportaría
mi cuerpo al tacto del suyo aunque, principalmente, me preocupaba cómo se
sentiría mi corazón al besar esos pequeños labios que mucho tiempo atrás casi
amé.
Él llegó
tarde al que igual que hacia siempre cuando, en otros tiempos, nos dábamos cita. Yo esperaba en la puerta de
su casa, única testigo de lo que sucedió entre nosotros, medio ansioso, medio a
la defensa y, sobre todo, un poco asustado al desenlace de la velada.
Se acercó a
mí y me tendió la mano, yo apreté la suya con fingida firmeza porque mis
rodillas se tambaleaban como torre de naipes al ras de viento. A Dios gracias
no se dio cuenta de ese detalle.Mantuvimos
una extraña conversación de palabras forzadas, rebuscadas y escogidas, al fin y
al cabo éramos dos seres conocidos reconociéndose y redescubriéndose nuevamente. Comimos y
bebimos: él una Coca Cola yo un vaso de agua.
Nos pusimos
reservadamente al día o ,más bien, diría resumidamente de nuestras experiencias
vividas en compartida ausencia. Ahí lo noté, fue algo demasiado sutil, casi
como un deje, como fugaz pero que se quedó el suficiente rato en el aire para
poder palparlo. Luego hubo una especie de tiempo muerto, donde ambos cavilábamos
acerca de cómo seguir adelante. Finalmente, marcó el siguiente paso.
Nos besamos,
su boca sabía igual, conservaba ese sabor dulce que tanto me gustaba. Nos
desnudamos, primero con la mirada, acto seguido, con todo el cuerpo. A continuación nos unimos pero no fue como antaño, en esta ocasión solo fue
sexo, placentero, embriagador y enganchador. A pesar de eso, él mantenía esa
delicadeza puntual que demostraba al rozar su nariz con la mía, como un gesto
cariñoso, imposible de definir sin que suene grotesco. En ese segundo me
pareció volverlo a ver.
Al terminar
nos vestimos rápidamente, cual carrera cuyo premio fuera sacudirse de encima
ese vacío que se quedó atrapado entre los dos. La victoria fue suya. Después me
besó mientras se despedía y cerraba la puerta tras de mí.
A la noche
siguiente, volvimos a vernos por mutuo acuerdo y fue completamente diferente y
deferente. Yo era tal cual me veía en el presente, estaba a mil leguas de
distancia del niño que conoció y de la
persona que aparenté ser el día anterior. Esta vez hubo algo más de
complicidad, de pasión, quizás algunas puntadas de cariño y hubo, también, una
revelación: “Nunca volvería a sentir por él lo que casi permití nacer dentro de
mí en el pasado”.
Al decirnos
adiós, nuevamente, me besó pero este fue más largo e intenso. Me tomó por
sorpresa su mano en mi espalda, atrayéndome hacia él. Yo le respondí posando la
mía en su rostro, acariciándolo con afecto, intentando hacerle saber que
seguramente sería una despedida definitiva. Lo último que vi fue su perfil sonriendo
cuando justo antes de cerrar la puerta le dije: “Si vuelves a besarme de esa manera me quedo en tu casa de por vida”.
Finalmente
bajé por las escaleras dejándolo atrás sin saber si volvería a verlo alguna
vez.
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