27 oct 2011

En una cama vacía




Me miró y me sonrió y a través de él sólo vi un fondo blanco. Sé que me quiere pero también sé que a veces eso no basta. Después de tantos y tantos y tantos años juntos aún sigo amándole, todavía puedo decir orgullosa que me tiemblan las rodillas y siento mariposas en el estómago cuando me roza o me besa. ¿Cuántas personas pueden decir eso? Sin embargo, parece no bastarle. Cuando nos hallamos en la cama sale despavorido al alba; puedo escucharle prepararse el café matutino, monótono y salir al jardín a bebérselo mientras ve salir el sol. Yo, mientras tanto, me quedo en la cama deseando que entre y se acurruque a mi lado, como hacia antaño.

Hay ocasiones en que en casa reina el silencio, y éste sólo se ve aplacado por otro peor. Se extiende por cada recoveco de estas cuatro paredes, se eleva y desciende ondulando sobre sí mismo, pero nunca sin olvidarse de dar esas bofetadas que te recuerdan que no es un sueño lo que se está viviendo. Ojalá fuera únicamente eso.

Las personas mantenemos esperanzas que nos ayudan a afrontar el día a día, aunque yo siempre he creído que existen dos tipos: las que dependen del destino y las que dependen del ser humano. Con las primeras podemos, casi con certeza, esperar que se cumplan porque el destino siempre termina por otorgarnos lo que justamente nos hemos ganado. El segundo tipo es más cruel y mezquino ya que te colma de ilusiones para luego estallarte en la cara y demostrar que nunca la raza humana dejará de ser egoísta. En mi vida exclusivamente he disfrutado de esta última.

Puede que peque en inocencia, porque soy consciente de que nada va a volver a ser como antes, mas deseo con todas mis fuerzas que algún día él vuelva a mirarme con ese fuego que despertaba la libido más desenfrenada que alguien pueda conocer, que me hacía sentir afortunada y viva. Aún anhelo esa caricia de buenos días que mañana tras mañana se deslizaba por mi rostro y me llevaba a posar mis ojos en su cara risueña, en sus profundos ojos grises, en sus labios finos y deliciosos.

Ahora, a pesar del paso de los años, que sólo tenemos los recuerdos de aquellas facciones inmaculadas que da la juventud, de esa pulcritud en nuestras figuras, puedo verle tal y como era aunque de esa época quedé un simple atisbo.

Posiblemente muera y mis esperanzas no se vean materializadas; sé que nunca me dejará, al menos me queda ese consuelo, ya que de hacerlo se quedaría tan o más solo que yo y supongo que tendrá miedo de morir en soledad. Mi muerte empezó su andadura cuando en su corazón y su alma mi nombre se desgravó y aunque me quedará sola aguantaría hasta mi último aliento porque aún conservo intacto mi amor y los recuerdos llenarían su ausencia.

Es curioso que día a día, en los quince minutos que él tarda en beberse su café matutino al alba, por mi mente ronden los mismos pensamientos, en el mismo orden y con las mismas silabas, quizás algún día mi esperanza pase a ser del primer tipo y el destino ponga mi camino lo que con tanto anhelo y esfuerzo creo merecer.

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Jearci Brown

Jearci Brown
Hoy han de llover estrellas porque no he de llorar por penas, hoy te haré el amor? yo, el enamorado poeta con letras de mil poemas mientras el sol paga su condena.

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