14 abr 2019

24.





Llevaba sin hablar con él mucho tiempo, tanto que ni siquiera sabia en qué parte del mundo se encontraba, a qué se estaba dedicando o si salía con alguien. Su recuerdo vino de repente a mi cabeza, tras una conversación con una de mis mejores amigas que me transportó a una situación un tanto complicada con la que tuve que lidiar años atrás. Fue entonces cuando cogí mi teléfono, escribí su nombre en el buscador y me encontré con una realidad inesperada por completo: él ya no estaba, se había evaporado. Hacía un par de años que había exhalado su último aliento... .

El día que nos conocimos yo estaba devastado por completo;me habían roto el corazón de una manera en la que jamás lo habían hecho antes y aún así él me convenció para ir a tomarnos un café y entablar la que sería nuestra primera conversación.

Creo recordar que era un día inusualmente frío de enero, especialmente porque la hora a la que habíamos acordado quedar. La gente que había alrededor estaba saliendo disparada hacía los bares y cafeterías de alrededor para entrar en calor. Había vaho por todas partes, proveniente de las conversaciones que todos ellos estaban manteniendo, era casi como si una nube se hubiera caído del cielo y se hubiera quedado flotando a la altura de nuestras cabezas.

Él me había dicho que llevaría una bufanda de color marrón oscuro con rayas negras y un abrigo en los mismos tonos. Yo llevaría una bufanda gris, con una chaqueta del mismo color. Así sabríamos de antemano quienes éramos y evitaríamos malos entendidos. Yo ya lo había visto por el campus, siempre muy bien rodeado de gente, lo cual poco después cobraría todo el sentido ya que era un ser con un corazón y una pureza excepcionales. Cuando creía que a su llegada me encontraría convertido en una estatua de hielo, lo vi girar la esquina y acercarse con la cabeza en un ángulo neutro, como si le diera vergüenza mirarme a los ojos y, al mismo tiempo, quisiera llegar con el plante intacto.

Me saludó con dos besos, algo que no me esperaba para nada, tratándose de un chico tan guapo y masculino. Se disculpó inmediatamente por su retraso y, un par de minutos después, estábamos sentados delante de dos tazas de café bien calientes.

Recuerdo que me dijo que estaba de erasmus; era un estudiante de turismo en su último año y había decidido dejar París para mejorar su español y cambiar de aires. Yo supuse que tendría que haber un motivo por el que quisiese hacerlo y, tras pensarlo brevemente, se lo pregunté. Algo parecido a esto me contestó:

Para serte sincero, porque no me gusta decir mentiras, es un poco por la vida que tenía allí. Mis padres no se tomaron nada bien el hecho de que su único hijo fuera gay y, tras afrontar momentos bastantes desagradables y tristes para mí, me tuve que marchar de mi casa para meterme en un cuartucho horrible, en la última planta de un edificio con peor apariencia aún. Una de mis tías me ha ayudado mucho, sobre todo económicamente y bueno, también intentando hace cambiar de parecer a mis padres pero hasta el día de hoy las cosas siguen igual. Un día en clase me propusieron esta opción y tras solicitar la beca y arreglar todo el papeleo me vine aquí y es lo mejor que me ha pasado en mucho tiempo; mis compañeros de piso son muy majos y se están portando muy bien conmigo. Así que más o menos esa es mi historia, ¿qué me dices de la tuya?”

Yo no pude decirle nada, me faltaba experiencia y delicadeza para responder apropiadamente a todo lo que me había dicho. Así que simplemente le conté lo que me había pasado: acababa de dejarlo con mi ex, con quien había compartido unos cuantos años de mi vida, unos bastantes complicados con muchas idas y venidas, hasta que una de ellas, él se había enamorado de otro y yo me había quedado para vestir santos. También le dije que no me apetecía tener nada con nadie porque todo era muy reciente. A esto, él puso su mano sobre la mía, la apretó lo justo mientras me decía que era normal y que me tomara mi tiempo para recobrarme, que un chico tan guapo como yo y, presumiblemente, buena persona, encontraría alguien que me iba a hacer feliz cuando menos me lo esperara.

Nos terminamos el café y nos marchamos. La verdad es que no recuerdo si, una vez acordado que nos veríamos de nuevo, nos despedimos con un abrazo o con un beso. Puede que con los dos o, quizás, sin ninguno. Supongo que nunca podré preguntárselo.

Lamentablemente, no puedo decir que volvimos a quedar porque estaría mintiendo. Sin embargo, si que seguimos charlando de tanto en tanto por whatsapp o cuando nos cruzábamos por el campus. La última vez que hablamos, los dos teníamos veinticuatros años; por aquel entonces yo vivía de nuevo en mi isla, Lanzarote, y él estaba en Barcelona, trabajando para una cadena hotelera. Yo le dije que iría pronto a visitar a mis mejores amigas y acordamos vernos de nuevo allí. Ese recuentro al final nunca tuvo lugar porque llegada la fecha, él se había mudado de vuelta a Francia un par de semanas antes.

Esa sería nuestra última conversación.


Quería hablar con él, el día en que lo busqué para saber como le iba. Me gustaría saber qué le pasó, como dejó el mundo unos pocos meses después de haber cruzado nuestras últimas palabras pero remover la herida de la gente que fue cercana a él no es ni remotamente considerable. Así que supongo que todas mis dudas se quedarán intactas. Esta noche solo sé que me siento triste, frágil y, sobre todo, vulnerable.

Mi amigo fue un ser roto, que se recompuso a fuerza de voluntad y positivismo, que dio amor cuando se lo habían negado. Para mí hoy, es inspiración.





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Jearci Brown

Jearci Brown
Hoy han de llover estrellas porque no he de llorar por penas, hoy te haré el amor? yo, el enamorado poeta con letras de mil poemas mientras el sol paga su condena.

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