6 abr 2014
VII
Lo supe desde el principio
Mi corazón iba a ser para ti
Me enamoré de tu tono de voz, que no recuerdo
Del calor de tu mano apretando la mía
En saludo de cortesía, que tampoco recuerdo.
Me consumió tu sonrisa
Siempre imaginada en mi mente, su eco
Reverberando a rienda suelta en mis oídos.
Me conquistó tu letra, tus palabras cálidas
Tu escucha amable y dispuesta
La parte de tu alma que me dejaste ver en tu oratoria
La ternura que sin saber me despertabas.
Me enamoré a pesar de mis miedos
Por los que batallaste sin saberlo
Dándome la libertad de amarte abiertamente.
Me enamoré de ti, sin conocerte bien
Aunque siempre lo supe, desde nuestras primeras palabras
Mi hombre en miniatura
Supe que mi amor
Iba a ser para ti.
VI
Me da miedo asomarme a tu alma
Especialmente en las noches de luna
Temo enamorarme de ella bajo su estela.
Me da miedo mirarte a los ojos
Inútilmente verme dibujado en ellos
Temo descubrirme indefenso ante su cobijo.
Me da miedo no besar tus labios
Perpetuamente desearlos y no rozarlos
Temo no alejarme de nuevo de ellos.
Me da miedo la prudencia escrita
Rápidamente por el capricho de la vida necia
Temo olvidarme de tu sensibilidad escondida.
Me da miedo este sentimiento sin nombre
Me da miedo perderte antes de haberte encontrado
Me da miedo que tras el último destello del crepúsculo
Súbitamente te hayas desvanecido del camino
Temo separarme de ti antes de habernos amado.
V
Sepulcral es esta falta de sonido que me ronda
Denso y casi eterno
Como el que se guarda por deferencia a la muerte
Y al final de ese silencio
Estás tú, de pie, observándome ausente
Pegado a un suelo que se desmorona paulatinamente
Contemplándome, callado
Dejándome elegir si correr tras de ti, o permanecer
Anclado al otro lado del suelo desmoronado
Contemplándote, callado.
IV
Esto que siento, no es amor
Recuerdo su nombre y sé que no es amor
No hay mariposas
Sonrojos
Alegría inocente
No, definitivamente, esto que siento, no es amor.
Pero ahí está
Escondido
Algún tipo de sentimiento
Indefinido
Que me hace pensar en él
Aunque sé bien
A ciencia cierta, en mi corazón
Sobrecogido
Que esto que siento, no es amor.
III
Quédate en silencio,
Absoluto
Deja a la corriente arrastrar lo existente
Lo inventado.
Lo añorado.
Guarda tus palabras en lo más profundo
Donde quieras
Ahogadas.
Ocultas.
Que nuestros versos fluyan.
Que la tecnología hable
Trasmita.
Interprete.
No digas nada
No deseo oírte
Porque sé que al final me iré
Y tú permanecerás, ahí
Donde te encontré.
Sí, mejor no digas nada
Permanece en silencio.
Absoluto.
II
Es desconcertante esta letra tuya, lejana
La interpretación libre de lo que leo en tus palabras
Sin un cara a cara
Sin ver como de entre tus pequeños labios rosas se escapa lo dicho
Y en mis oídos atraca el silencio amargo de lo deseado.
Una incógnita se levanta entre nosotros
Quizás más por esa obstinada parte mía
Que ocultamente te desea cerca
Cerca, y no lejos de este cuerpo enjuto
Que arde en deseos de que lo hagas tuyo.
Estoy enzarzado en una conflagración interna
En un debacle oscuro y sibilino
Entre mi cabeza que dice no eres correcto
Entre mi corazón que siente como te cuelas dentro
Entre mi piel que grita por tu tacto, tu sexo.
Lo quiero todo de ti y al mismo tiempo
Nada.
Despojarme de todo y que en ti recaiga
Nada.
Entregarte mi carne y que al final te quede
Nada.
Esa es mi pesadilla, el todo
Mi esperanza, la nada.
Me reconcome este miedo recalcitrante
De regalarte mi cuerpo, mente y el alma
Este desasosiego de que no seas receptor adecuado
Y termine divagando entre nubes de polución
O bajo la podredumbre del negro asfalto.
Sin la posibilidad de un cara a cara
De un juego de miradas
De un roce involuntario
De una sonrisa tímida y entrecortada
Ante la imposibilidad cada vez más certera de no verte
Solo me queda el todo
En demasía, la nada.
I
Te lo regalo entero aunque resquebrajado
Siempre fue tuyo
Cada milímetro, cada célula, cada átomo.
Te lo entrego roto
Para que lo recompongas pieza a pieza.
A tu gusto.
Te lo cedo inerte
Haciendo misión tuya el reanimarlo
Llenarlo de vida poco a poco
Eliminando los miedos
Levantando cimientos nuevos
Para que luego edifiques en él.
A tu gusto.
Me despojo de él, caduco
Para que lo tomes entre tus manos
Lo acerques a tu pecho y lo colmes
Como solo tú puedes hacerlo
Para que lo ames
Como solo tú puedes amarlo.
Te lo doy incondicionalmente
Ser imperfecto, inapropiado
Puesto que solo tú puedes entenderlo
Y adorarlo
Como él adora el tuyo
Para que lo habites del todo
Siempre que lo desees.
A tu gusto.
3 mar 2014
El horizonte.
Llevo tantos años sobre este mismo suelo, sin moverme un
ápice, extendiendo mis ojos más allá de las montañas, del horizonte sobre el
mar; con el sol calentándome la vida, con las nubes que cada mañana, y lo mismo
por la noche, bajan a lavar mi cuerpo, a humedecerlo, calándome el frío hasta
las raíces, recordándome que, aunque inerte soy y sigo siendo un ser vivo.
Lo más gratificante de mi larga existencia, tan larga que ni
siquiera recuerdo cuánto tiempo hace que aparecí, es la cantidad de historias de las que he
podido disfrutar y vivir en primera fila. No se vayan a pensar que todas son
interesantes porque algunas son tan penosas que los alisios que constantemente
me zarandean de un lado para otro las arrastran con ellos. Pero hay otras…
¡esas sí que son para recordar! Primero que nada y antes de ponerles al tanto
de unas pocas, que vaya por delante que no soy una entrometida-metomentodo-hocicuda-chismosa.
No. No señor, que una no tiene la culpa de que los demás vengan a casa ajena a
lavar sus penas. Y dicho esto, creo que puedo empezar a trasmitírselas, eso si
están dispuestos a dedicarme un poquito de tiempo. Si es así, mejor que se
pongan cómodos.
La más memorable es sin duda la de mis dos ancianos y
entrañables visitantes; cada día, a lo largo de 40 años, venían por mis tierras
a correr, eso al principio del todo, y con el paso de los años, a caminar, unas
veces juntos y en silencio y, otras tantas, uno delante y la otra detrás. Les escuché hablar de sus problemas una
infinidad de veces: de la enfermedad de su hija pequeña que a punto estuvo de
morir de una neumonía, de la cabra que tuvieron que vender para pagar sus
deudas aunque tuviesen que olvidarse de comer queso y tener leche fresca cada
día, de la pelea monumental que habían tenido porque él apareció una jornada como
otra con olor a mujer de la vida alegre y, poco después, porque ella como
venganza se exhibió con minifalda por la plaza del pueblo en pleno domingo a la
salida de la misa del medio día. Y así podría seguir infinitamente porque
cuatro décadas dan para muchas aventuras y desventuras.
Sin embargo, se querían, bueno más que quererse, se adoraban
¡vaya que sí!
En algunas ocasiones, venían por aquí solitos, a desahogarse
con el viento, que invitaba a la palabra y luego se la llevaba en un viaje sin
retorno; era entonces cuando se profesaban su amor: “qué sería de mí sin sus cuidados, cómo me vestiría o me acordaría de
subirme la bragueta si no fuera por ella”, “ qué bonita está cuando se recoge
el pelo en ese moño despeinado “, “
qué haré si primero se me va ella, qué haría con la fragancia a almizcle y
margaritas que deja en su lado de la cama”. Decía él inconsciente de mi
presencia.
“ Este viejo cascarrabias cada día está más
chocho, pero que guapo está cuando se pone su camisa azul de rayas blancas” , “
aunque hayan pasado los años, cada vez que me abraza siento que todo mi mundo
está entre sus brazos” , “me preocupa su porvenir si me fuese yo antes que él y
más aún que será de mí si se me va antes él”…
Y así se pasaron su
matrimonio, hasta que un buen día dejó de venir ella y, posteriormente, él, o
fue al revés. Supongo que no habrán podido sin la presencia del otro a su lado,
indiferentemente del orden en el que se hayan marchado.
Otra de la que me acuerdo bien, más que nada porque no hace
mucho que sucedió, es la de dos muchachos que se bajaron de un coche blanco y
se dedicaron a dar vueltas por los alrededores durante largo rato. Primero con
aspecto de estar tratando un asunto arto serio,
luego, escrutándose desordenadamente para, finalmente, venir a posar sus
tafanarios debajo de mi sombra. Entonces sí que pude escucharlo todo: uno le recriminaba al otro su falta de valentía,
le decía que estaba cansado de su tira y afloja, de concederle tiempo para que
se aclarase, que se merecía a alguien que fuese capaz de arriesgarlo todo por
él. Y el otro, bueno si pudiesen haber visto su cara, se podrían escribir miles
de historias con sus expresiones; sus palabras eran menos concisas: “es demasiado difícil”, “no puedo
arriesgarlo todo por algo que no sé si saldrá bien”, “no eres capaz de entender
que esto que nos está pasando no es como cambiar un cojín, es cambiar la
decoración entera” y la más dura, a mi parecer más inmadura, “esto es cuanto puedo ofrecerte”.
Yo no entiendo de amores modernos, que ya soy muy mayor,
pero que poco aguante tiene la juventud de hoy en día; supongo que tener tantas
opciones en su vida no les permite ver las cosas con la simplicidad que llevan
intrínsecas.
El caso es que se marcharon de allí, sin esa relación tan
inusual que parecían no tener, aunque creo que, seguramente, vuelva a verles
merodear por aquí, si eso ocurre espero que sean buenas nuevas, así podré
contárselos la siguiente vez que tenga oportunidad.
No quiero resultar cansina- agobiante-aburrida- chocha- cursi,
así que les contaré rápidamente la vez que más miedo he pasado, mi peor
vivencia, y de paso cambiamos el tono de
este coloquio que bien resulta ya irritante.
Estaba yo tan tranquila, disfrutando de la agradable brisa
de la última hora de sol de un día de verano,
escuchando el silencio, el sonido del mar a lo lejos, animales y bichos
varios correteando montaña abajo, risas
dispersas de algunos vecinos de las casitas colindantes; viviendo lo que se
llama un “día perfecto” cuando de repente, un relente súbito y feroz me golpeó
y zarandeó con todas sus fuerzas, durante horas me tuve que agarrar con mis raíces
al suelo firme, rotar mis hojas en la dirección en la que soplaba para que no
me las arrancara o dañara; ese día creí que me arrancaría y me soltaría por la
ladera y acabaría siendo recogida por un aparatejo de esos modernos que usan
para desplazarse los humanos, después de
que los perros que veía de vez en cuando por allí me dejaran su marca impresa.
Tal es así que desde entonces me he cambado un poquito para que no me vuelva a
pasar lo mismo.
Y ahora si, les invito a que se marchen, que una ya está muy
mayor y tanto esfuerzo me deja agotada. Pero vuelvan, no mañana ni pasado, pero
háganlo, que de aquí no me moveré y seguro que más historias podré referirles.
1 mar 2014
Para ti, mi pequeño amigo.
Hoy me dirijo a ti, estás entre las pocas personas a las que
he dedicado unas líneas en mi vida y, ciertamente, no se me ocurre una ocasión
más apropiada que esta.
Antes que nada quiero decirte que sigo aquí, al otro lado, que
no me he olvidado de ti aunque, de momento, prefiera mantener una distancia
relativa contigo. Creo que es tiempo de dejar espacio para no abrumar, para que
todo lo que lleves por dentro se apacigüe porque, supongo, tendrás a muchos y
muchas pendientes de tu persona, esos y esas que te quieren y que, por esa
misma razón, intentan trasmitirte su amor y fuerza pudiendo llegar a tener el
efecto contrario a el motivo que los y las mueve. Y yo no quiero arriesgarme a
ser uno más, por eso hago uso de la prudencia.
Pero sigo aquí y seguiré hasta que desees que así sea. Que
el tiempo diga que ya nosotros dispondremos.
Esta noche, justo antes de sentarme a escribirte, he deseado
con todas mis fuerzas poder vaciar tu ánima de todo ese dolor y pesadumbre que
debe recorrerte de arriba-abajo, y llenarla con toda la alegría que había en el
lugar de donde acabo de llegar: una energía positiva increíble, con colores
maravillosos allá por donde los ojos se expandían, risas, bailes, música,
olores sugerentes de ricos platos…felicidad en el estado más puro. De eso me
gustaría llenarte el alma y la vida. Creo que no hay deseo más bonito que se
pueda tener para con alguien.
Bien es cierto que no somos amigos en el sentido literal de la
palabra, pero por algún motivo que aún sigo sin conocer o identificar, te tengo
en gran estima y despiertas en mí la ternura y el cariño que solo mis grandes
amigos, lo pocos de toda la vida y que cuento con una sola mano, consiguen
despertar. Quizás sea por eso por lo que te he ofrecido mi corazón, mi amistad
y mi fuerza desde el momento en el que nuestros caminos se volvieron a cruzar.
Todo pasará, el tiempo te sanará el alma y el corazón y tú
volverás a ver la vida con la grandilocuencia que lleva implícita. Estoy
tremendamente orgulloso de ti, de la fortaleza, el coraje y la madurez con la que has afrontado lo que
te ha tocado vivir. Lejos de ser reiterativo, quiero volver a recalcarte que
podrás con todo lo que te venga, porque eres muy fuerte; que la vida te
recompensará con creces por las malas experiencias que han llamado a tu puerta
y que volverás a acoger la dicha y la felicidad en tu existir.
Mientras tanto yo, seguiré aquí, viéndote y acompañándote en esta lucha y
cuando hayas conseguido la victoria, cosa que harás más pronto que tarde,
entonces será el momento de decidir si permanezco a tu lado o sí será el punto
preciso de alejarme del todo; que el tiempo diga y disponga. Entre tanto,
cuentas conmigo, mi amistad y cariño incondicional y desinteresado, mi pequeño
amigo.
Y recuerda, al final, pase lo que pase, el sol siempre
terminar por salir.
31 ene 2014
Bajo la luz.
-¡Eh, no toques ahí, déjame! - dijo con una risa entrecortada-. Me haces cosquillas, ¡para!
-Está bien y qué te parece esto, ¿ te gusta más?- contestó él en un tono malicioso-.
-Eso está mucho mejor...
-¿Quieres que siga?- preguntó casi en un susurro tras separar sus labios del cuello de ella mientras, simultáneamente, introducía la mano derecha por debajo de la ropa interior de su compañera.
-Ni se te ocurra parar- respondió ella en una breve aspiración para luego dejar escapar un quedo suspiro.
¡Dios!- Se sorprendió a sí misma diciendo mientras se despertaba agitada-. al girar la cabeza le vio, a su lado, como le había dejado un par de horas antes. Le pareció verle de nuevo sexy en sus pantalones cortos y la básica que se le remangaba un poco, dejando a la vista el comienzo de sus abdominales. Toda la habitación estaba a oscuras salvo por un resquicio de luz indirecto que se colaba por la ventana y se estiraba sobre la cama.
Cuando le contemplaba, un leve cosquilleo empezó a corretearle por dentro, haciéndola sonrojarse; un calambre que parecía explotar por todo su cuerpo para terminar depositado en su mano, que descubrió cerca del abdomen de su novio, deseando recorrerle. No tardo mucho en dejarse someter por sus impulsos.
Posó su mano y la deslizó por debajo de la camiseta, dibujando con sus uñas la tableta que tan bien conocía. Poco a poco comenzó a hacerla descender hasta toparse con el borde del pantalón que llevaba puesto. La dejó ahí, incorporándose ella entre tanto sobre él. Mientras con una agarraba suavemente el pantalón, con la otra le acariciaba la cara, apremiándole a despertar.
Solo transcurrieron unos pocos segundo hasta que abrió los ojos, que ahora la observaban expectantes y sorprendidos.
-¿Qué estás haciendo?- le preguntó en un tono que no dejaba lugar a dudas de su interés en tomar partido en la función-.
Ella no respondió; se limitó a quitarse el camisón azul marino que llevaba puesto y a besarle con toda la pasión con que fue capaz. Él le correspondió aferrándola por la espalda, atrayéndola hacía sí, sintiendo como introducía su mano que se asía con su miembro, ahora duro cual bloque de acero a punto de fundirse. Un leve quejido se le escurrió de entre los labios.
Él la levantó con fuerza y la puso sobre la cama, situándose encima sin parar de besarla.Recorrió su cuerpo de piel suave y olor a vainilla con los labios, deteniéndose en su sexo, observando desde su posición privilegiada como ella se retorcía, tocando con suavidad sus pechos al mismo tiempo.
Ella le detuvo, tirando de él hacía arriba, lista para entregarse. Miró sus ojos negros, su boca roja, notando como entraba en ella para quedarse así durante lo que restaba de noche.
Al alba se tendió sobre su pecho; se durmió notando como la erección de su novio se disipaba.
Otros rumbos.
Hoy tengo el presentimiento de que no será una noche cualquiera; hoy será distinta pese a que todo está donde se supone debería estar: mi padre reponiendo fuerzas tras una larga jornada, mi madre y hermanos durmiendo bajo gruesas mantas para resguardarse del frío anglosajón, mis abuelos y tíos a punto de cenar al otro lado del mundo, a salvo de la crueldad que tiene lugar fuera, mi mejor amiga en la ciudad Condal a unos pocos minutos de mi mejor amigo y yo, entre tanto, aquí, sintiendo como el cielo se me echa encima, despojado totalmente de las lucecitas que desprenden las estrellas cuando están presentes.
Sé que será diferente a pesar
de que ellas acaban de dejarme en casa, de que él, futuro candidato a amigo, con quien hablo con mayor asiduidad que con otros que conozco de siempre , deja sus libros para meterse en cama a descansar. En ese
sentido, hay una alteración, no muy grande pero si con suficiente notoriedad
como para hacerme sentir dichoso ya que son muy pocas la veces en la vida en
las que sentimos una confianza y un aprecio grande, puro y desinteresado por
alguien; al fin y al cabo así se supone deber ser la amistad.
Hace poco más de dos semanas escribí
sobre un hombre cuya perspectiva de la vida era del todo nefasta, lo concebí
como un ser frío y sumamente realista o quizás la palabra correcta a emplear
seria un crápula en toda regla. Era capaz de ver la banalidad y crueldad que
apenas hace unos minutos empezó a invadir mi cuerpo, la inmensidad de un oscuro
velo que cubre a la humanidad. Detestaba al ser humano, su bondad y ahora,
mientras rememoro lo que dijo, no puedo más que darle la razón.
Cuánto daño y sufrimiento
hemos causado y autoinfligido, cuántas almas hemos arrancado de sus cuerpos
que cerúleos descansan sobre el piso sucio, cuántas lágrimas hemos derramado y
provocado en otros… Seguro que tantas como milímetros cúbicos de agua bañan La Tierra.
Hoy más que nunca tengo
presente, sin haberlo olvidado antes, de lo que somos capaces.
Esta noche cuando me vaya a
dormir, me meteré entre mis sábanas violetas y me acurrucaré hecho un ovillo
para entrar en calor, sintiendo como la calidez de mi nórdico me acuna, mientras
en mi mente la melodía de mi canción favorita empieza a tararearse como cada
noche, arrullándome, hasta que mis ojos se cierren para abrirse de nuevo al
alba. Sobre todo, me rendiré ante el sueño, con una sensación más fuerte y
preciada que cualquier otra que pueda deambular de mis puertas para adentro: la
fortuna. Fortuna por tener seres que me quieren bien, por vivir en un sitio
donde todo está discretamente en calma, por tener seres a los que entregarles
mi amor, por tener la posibilidad de darlo a otros nuevos que el destino pondrá
en mi camino…
¿Existe a caso un sentimiento
mejor que ese?
En blanco.
Siento el aire frío en el rostro
Escucho el mensaje que trae consigo
Un leve susurro desorientado
En busca de un corazón humano.
Una leve pausa se ha instalado
Tan densa y pesada que incluso
Puede oírse el vuelo tosco
De moscas que van de uno para otro lado.
Padezco de un corazón vacío
Cual diccionario en blanco en busca de escribano
Sufro el mal de un alma insondable
Sin exégeta que pueda interpretar su letra
Sin voz para narrar su historia.
Soy como arena en puño cerrado
Que espera al momento de ser liberada
A que el viento la eleve en su ascenso
Para ser expandida por campos poblados
Para mimetizarse con dorados desiertos
Para ser lavada en los caudales de un río
Y acabar varada en la profundidad abisal de algún océano.
Y mientras mis palabras cesan
Noto como mi mano cae rendida
Haciéndome frágil
Volviéndome ausente
Frío al tacto
Yermo.
24 ene 2014
En tu ausencia
En la inmensidad del mar
Pienso en ti.
En tus pequeñas manos
En tu cuerpo enjuto
Pienso en ti.
Mientras el barco se aleja de la orilla
Y se desliza sobre las olas
Mientras el sol acaricia su cubierta
Pienso en ti.
Imagino una sonrisa dibujada en tu rostro
Con tus ojos puestos en el horizonte
A mi espera
Mientras yo contemplo también el horizonte
Pienso en ti.
Y no puedo más que amarte
Aguardar mi cuerpo a tu llegada
Soñándote y anhelándote
Mientras estiro las sábanas y guardo un lugar para ti
En el otro extremo de la almohada
Pienso en ti.
Esta noche,mientras las estrellas dancen en el firmamento
Y la luna brille plena
Cuando el resto de la humanidad se suma en el silencio
Y la soledad me visite de nuevo
En tu ausencia.
Pensaré en ti.
17 ene 2014
A ti, mi querida poeta.
Querida compañera de los vacíos y melodías
No puedo prometerte que tu desasosiego desaparecerá algún día
Pues no suelo tornar mis palabras en blanco y negro
A veces suelo envolverlas en los matices que hay en una caricia.
Mas si puedo convertirme en resguardo
Y secar con mis manos tus mejillas
Recoger tus lágrimas y usarlas para regar tu alma
Para que no olvides que amar es la más grata dicha de la vida.
Yo mi querida poeta
Solo puedo jurarte que seré tu voz cuando te falten las palabras
Y ofrecerte mi corazón para repartir tu herida
Así quizás algún día vuelvas a ser tú en una sola
Y el recuerdo de su partida
Se transforme en un verso más de tu más íntima poesía.
Como el chocolate caliente.
La temperatura era la idónea: ni demasiado frío ni calor. La
tenue luz de una pequeña lámpara
iluminaba la superficie de una mesa de madera y era lo suficientemente fuerte
como para proyectar la débil sombra de dos sillas enjutas desplegadas a cada
lado de la susodicha. Cuatro paredes desnudas cuyo color no distinguía y un par de tazas blancas dispuestas sobre la superficie de la mesa era
todo cuanto había en ese lúgubre espacio.
-¿Cuál es tu nombre?-Preguntó con voz tranquila-.
-Ezequiel Velázquez- Contestó al cabo de unos segundos, con
una postura recta que proyectaba fuerza y seguridad-.
-¿Sabes por qué estás aquí?
-Sí, lo sé. Usted quería hacerme unas preguntas y yo he
accedido a responderlas.
-Siendo así – le refirió la otra persona- me gustaría pedirle una cosa más.
-Adelante, pida lo que desee y ya veré yo si se lo concedo o
no.- Contestó fríamente-.
-Es muy fácil.- Dijo haciendo gala de un tono distendido,
intentando infundir confianza-.
-Dígamelo entonces.
-¡Sinceridad!-Exclamó-.Tan solo eso. Le pido que responda de
la manera más franca posible.
-Es sencillo- le devolvió un amago de sonrisa, sin llegar a
serlo-. Aunque como bien sabrá la sinceridad es un arma de doble filo, ¿tiene
claro que es eso lo que quiere de mí?- Concluyó finalmente-.
-Así es, de lo contrario no se lo pediría. –Zanjó de manera inmediata-.
-¿Cree usted en el amor? Dio paso al interrogatorio.
-Creo en la unión física de dos seres. El amor es una
distracción, un espejismo que la mente humana usa para denominar algo que
nosotros mismos hemos inventado. El amor en sí no existe; es egoísta, mendaz,
feroz y traicionero. Las emociones que percibimos al principio no son más que
un simple engaño. Dulce y confortable, según dicen, pero nos distrae de lo que
realmente importa.
-¿Y qué es lo que “realmente importa”?
- La satisfacción de una necesidad primitiva.- Contestó de
manera rotunda, que solo responde a aquello que de verdad se tiene por cierto-.
-¿Qué opinión le confiere la raza humana?
- La raza humana es una lacra. Los seres humanos son viles y
destructivos por naturaleza. En mi opinión, es el único animal que sobra de
verdad sobre el planeta; si algún día desapareciéramos todo seguiría
funcionando y mejor-puntualizó levemente-; las especies se recuperarían, los
parajes naturales necesarios para que la vida exista se repondrían del daño
causado por el “desarrollo y la modernización”. Nosotros somos un obstáculo en
el ciclo natural de las cosas, unos verdugos.
El ser humano es egoísta y envidioso ni siquiera aquellos
que hacen el “bien” lo llevan a cabo desinteresadamente, porque en el fondo lo
que desean es cubrir una necesidad propia a costa de los demás.
-Pero eso no es malo, no es una postura egoísta.- Le
interrumpió-.
-No es más que otra forma de egoísmo, recuerde que todo en
esta vida puede tener dos caras. Incluso lo más puro.
Tras esto hubo una pausa que surgió de forma natural e
instantánea. La persona que estaba interrogando lo agradeció aunque sin ser
consciente del todo de ello puesto que necesitaba asimilar las respuestas.
-Entonces- continúo tras ese paréntesis- usted de qué manera
se relaciona con el resto de los mortales. ¿Nunca se ha enamorado?
-Para mí las relaciones humanas son como....-Guardó silencio
para escoger adecuadamente sus palabras-.Simultáneamente, cogió la cucharilla
que había dentro de la taza que tenía delante y empezó a dibujar círculos
contra los bordes de la misma, produciendo un ruido molesto. Finalmente terminó
por responder:
Para mí las relaciones humanas son como el contenido de esta
taza de chocolate caliente que tengo delante; al principio cuando te metes la
cuchara con liquido caliente a la boca- tras esto retiró el cubierto con la
bebida dentro y se lo metió en su cavidad bucal –. Al sacárselo continúo
hablando: La sensación de calor puede quemarte levemente y producirte cierto
gusto y, una vez te lo has tragado, vas a por la siguiente y así hasta que
terminas todo el contenido que tienes a tu alcance.
Sí, son como el contenido de la taza: cuerpos calientes que
pueden proporcionarte placer y cuando han cumplido su objetivo se debe
prescindir de ellos e ir a por el siguiente.
Y en cuanto a si alguna vez me he enamorado, la respuesta
está clara; de otra manera todo lo que acabo de decirle carecería de sentido.
-¿Es usted feliz?- Después de escuchar y asimilar todo lo
que acababan de responderle solo el formular está pregunta le pareció
ridículo-.
- La felicidad es otra arma de doble filo. La sensación
puede ser buena pero, por otro lado, nos aletarga y reduce nuestra panorámica
de la realidad, haciéndonos vulnerables y convirtiéndonos en dianas fáciles
para las zancadillas que pone la vida.
-¿Qué opinión le provoco yo?- Preguntó con la intención de
conseguir respuestas más amables y con la esperanza de retomar el control de la
conversación-.
-Mi opinión sobre usted es que es una persona ilusa,
soñadora, que cree en las bondades del ser humano. Solo alguien que responda a
estas características es capaz de formular las preguntas que me ha hecho.Antes de comenzar con su interrogatorio usted me pidió sinceridad
pero yo nunca le dije que sí o que no; simplemente lo dio por hecho y se
aventuró a preguntarme sin más, obviando ese detalle. Yo permití que continuara porque me esperaba
otro tipo de actitud, un cambio de dirección en sus pesquisas pero no ha sido
así.
Me ha hecho perder el tiempo y, peor aún, ha perdido el
suyo.
-¿Por qué cree eso?- Consiguió articular-.
-Porque ahora nunca sabrá si mis respuestas han sido
sinceras.- Le espetó duramente zanjando así la conversación-.
Acto seguido se levantó y salió de la habitación.
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